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Sixto Rodríguez: el vagabundo que no sabía que era uno de los cantantes más famosos del mundo

Pasaron muchísimos años hasta que supo que su carrera en la música, frustrada en Estados Unidos, alcanzó un éxito aplastante en Sudáfrica

Sixto Rodríguez: el vagabundo que no sabía que era uno de los cantantes más famosos del mundo
Millán Cámara

Redactor de COPE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 08 mar 2024

La historia de Rodríguez lo tenía todo para que el susodicho se convirtiese en alguien legendario en el ámbito de la música. Para empezar, una voz diferente e inconfundible. Después, unas letras que nada tenían que envidiar a las de otros cantautores de nivel, entre ellos (palabras mayores) Bob Dylan. Tampoco se puede pasar por alto la entidad de sus descubridores: productores y miembros de la industria discográfica que trabajaron con mitos de la talla de Marvin Gaye, Stevie Wonder, Ringo Starr, Miles Davis y Michael Jackson, entre otros. Brillar en Detroit, cuna de la Motown, también era sinónimo de apuntar maneras. Y, sin embargo, la suma de todos estos elementos prometedores resultó ser un fracaso estrepitoso. O, al menos, eso creyeron el propio interesado y su entorno durante muchos años.

Sixto Rodríguez tenía talento para dedicarse de forma profesional a la música. Aun así, su oportunidad de brillar como cantante nunca le obsesionó demasiado. Empezó a probarse a los 16, no le fue mal en clubs varios y, por un tiempo, dejó de vagar por las calles. Porque esa, junto a los trabajos de obra, era su principal ocupación hasta que, entre finales de los 60 y mediados de los 70, trató de convertirse en un solista respetable. Lo intentó con creces, ya que llegó a grabar dos álbumes: Cold Fact (1970) y Coming From Reality (1971). Pero sus esfuerzos fueron en vano.

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Sus más allegados nunca entendieron que Rodríguez no triunfase en Estados Unidos. Aunque parecía atesorar todas las cualidades necesarias para hacerse un hueco en el folk, ni crítica ni público respaldaron su música. De hecho, la discográfica que le fichó acabó por prescindir de sus servicios. Un mazazo al que, la verdad, no le dio mucha importancia.

Rodríguez siguió adelante sin mayores lamentaciones. ¿Cómo? Ayudando a quienes más lo necesitaban, estudiando, presentándose a la alcaldía de Detroit, retomando el oficio de obrero... Mientras, algo mágico e increíble sucedía en Sudáfrica con la música de nuestro protagonista. Sin que él ni la gente con la que trabajó tuviesen la más remota idea de ello.

El vagabundo que no sabía que era uno de los cantantes más famosos del mundo

¿Qué pasó para que Rodríguez, de golpe y porrazo, se convirtiese en profeta musical a tantísimos kilómetros de distancia de su casa? Simple y llanamente, el apartheid. En una época en la que la represión y la discriminación estaban a la orden del día en tierras de Nelson Mandela, el cantante de Detroit fue un referente para muchos.

La actitud contestataria de sus letras inspiró a unos cuantos sudafricanos, que le tuvieron en un pedestal a la altura del que ocupaban, por ejemplo, los Beatles y Simon & Garfunkel. Sí, las canciones de Rodríguez se colaron en aquellos hogares tan lejanos, e incluso llegó a ser disco de platino allí.

Por eso, todos querían saber más sobre aquel cantante estadounidense tan desconocido, cuya historia, según se rumoreaba, había tenido el peor de los finales: la muerte en pleno escenario. Había hasta dos leyendas urbanas sobre el fallecimiento de Rodríguez. Una decía que se había pegado un tiro en la sien mientras cantaba. La otra era aún más truculenta, ya que afirmaba que el hombre había pasado a mejor vida al prenderse fuego en directo.

Aquel muerto estaba muy vivo, pero no era en absoluto consciente ni de lo que él se decía ni de su éxito en Sudáfrica. Tuvo que esperar mucho tiempo para saber que, al final, sí había conseguido hacerse célebre por su música. Fueron varios acólitos de la obra de Rodríguez quienes, al seguir su rastro, dieron con él y se lo hicieron saber todo, tal y como se cuenta en el oscarizado documental Searching for Sugar Man.



La consecuencia de aquel descubrimiento ya tan inesperado es que Rodríguez pudo dar varios conciertos en Sudáfrica. Los primeros, en 1998, fueron tan multitudinarios como para que vendiese todas las localidades. Por supuesto, volvió a su país fetiche en otras ocasiones, y siempre fue respaldado a lo grande.

No obstante, estas circunstancias no cambiaron en absoluto a Sixto Rodríguez. Fiel a sus principios y modo de vida modestos, donó casi todo el dinero de estas giras a familiares y amigos. Ni siquiera quiso aprovechar la coyuntura para ahorrar y cambiar de casa. Vive en la misma desde hace 40 años, en el centro de su Detroit natal y ya casi octogenario (78). Apenas le importó no triunfar en un primer momento y hacerlo tanto tiempo después. Ha cantado por placer en todo momento, y así, aunque su historia haya trascendido, sigue y seguirá haciéndolo.

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