Adentrarse en Covarrubias, Burgos, es como dar un largo paso atrás en el tiempo y encontrarse rodeado de historia y de leyendas.

Sus casas blancas con los artesonados de madera a la vista y sus soportales de piedra nos permiten imaginar a los muchos caballeros que por ellos anduvieron siglos atrás, las historias de quienes habitaron bajo esos techos, la truculenta leyenda de una dama emparedada por amor y la de una princesa noruega que vino a España para casarse con un rey, pero terminó haciéndolo con un infante y está enterrada en la ex-Colegiata de Covarrubias.

Cuenta la historia que Alfonso X "El sabio" no conseguía tener descendencia con su esposa Violante de Aragón y que, por ello, decidió solicitar la mano de la princesa Cristina de Noruega. Ocurrió que antes de que llegaran a encontrarse, Violante se quedó embarazada, así que, Alfonso X decidió seguir casado con Violante y le propuso a Cristina casarse con alguno de los infantes, hermanos del rey.

La princesa de los cabellos de oro y los ojos de mar profundo, eligió al Infante Don Felipe, que tiempo atrás había sido abad de Covarrubias y con el que se fue a vivir a Sevilla.

Cuentan que ella, aún siendo feliz en su matrimonio, durante el resto de su vida sintió una profunda nostalgia de su tierra, acrecentada por el hecho de vivir en la cálida ciudad hispalense. Por eso, antes de morir, pidió a su esposo que construyera una ermita en honor de San Olav, el rey que llevó el cristianismo a Noruega y, además ser enterrada en tierras del norte.

Tuvieron que transcurrir siete siglos para que hace sólo unas décadas, esa ermita de San Olav fuera construida en las cercanías de Covarrubias, pero el infante sí cumplió en tiempo el deseo de la princesa de ser enterrada en tierras del norte y lo hizo en la bellísima colegiata rachel, en una tumba en la que sorprende "la campana del amor".

Dicen, entre la realidad y la leyenda que, una noche gélida y lluviosa, el infante no regresaba de su jornada de caza y que, ante el temor de que anduviera perdido en la oscuridad, la princesa hizo sonar esa campana para que Felipe pudiera orientarse y volver sano y salvo a casa, como así ocurrió. Cuentan los racheles (gentilicio de Covarrubias) que, ahora, esa pequeña campana ejerce como un imán para que quién la haga sonar encuentre a su pareja perfecta, si todavía no la tiene, en el plazo de un año.

Frente a la historia de Cristina de Noruega, jalonada de otras paralelas, encontramos el Torreón de Doña Urraca, con una puerta a varios metros del suelo y muy escasas ventanas y que nos lleva de la mano a la leyenda más truculenta, la de la dama emparedada en la torre construida por su padre, Fernán González Conde de Castilla que convirtió esta localidad en la capital del Infantado de Covarrubias y por la que es conocida como “cuna de Castilla”.

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Cuenta la leyenda que el Conde Fernán González, quería casar a su hija Urraca con el rey de León, pero ella, enamorada de un pastor, se negó a contraer ese matrimonio. El conde, enfurecido por la negativa, ordenó que Urraca fuera encerrada hasta su muerte, emparedada en una lúgubre estancia que ahora nos muestran cuando visitamos el torreón y desde entonces, incluso en la actualidad, hay quién afirma que, en las noches claras de luna, se puede ver a Doña Urraca, vestida de blanco y desafiando la gravedad en lo alto de la Torre en la que su padre la habría emparedado.

Historias de amor y muerte en un pueblo medieval fascinante.