Tras el discurso de Felipe VI al cuerpo diplomático, las relaciones de nuestro país con Marruecos han recuperado el primer plano de la actualidad, y con ellas el conflicto del Sahara Occidental, sobre el que gira la crisis abierta el pasado año por el "caso Gali". El discurso del Rey, en el que instaba a Marruecos a "caminar juntos y materializar una nueva relación sobre pilares más fuertes y sólidos", venía a responder a la cordial carta de felicitación que le envió Mohamed VI, con ocasión del Día de la Hispanidad.

El ministro de Asuntos Exteriores, Manuel Albares, afirmaba ayer, tras una entrevista en Washington con el Secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, que había acordado con éste "unir fuerzas" para resolver el conflicto del Sahara Occidental "que dura ya demasiado". La lectura de todo esto sugiere que algo se está moviendo en el laberinto del Sahara, justo en el momento en que se espera la llegada a Madrid del nuevo enviado especial de la ONU encargado de mediar en el conflicto. Lo que se desconoce es en qué medida el Gobierno español está dispuesto a modificar o matizar su postura sobre el conflicto, como condición para impulsar su relación con Marruecos. En realidad, ha sido el reconocimiento por los Estados Unidos de la soberanía marroquí sobre el Sahara, lo que ha cambiado el tablero. La ONU, que hasta ahora ha fracasado en su larga mediación entre Marruecos y el Polisario apoyado por Argelia, tiene que hacer cuentas con esa realidad.