Jose Antonio Ortega Lara era funcionario de prisiones en 1996 cuando la banda terrorista ETA le secuestró. El día 1 de julio de 1997, diecinueve meses más tarde, fue liberado. La Guardia Civil le encontró cautivo en un zulo localizado en Mondragón. ETA le había secuestrado por ser un servidor del Estado.

Ortega Lara sufrió el secuestro más largo de la historia criminal de ETA, perdió veintitrés kilos, sufrió estrés postraumático, ansiedad y depresión, algo que pudo superar gracias a su humanidad sostenida por la fe. Las imágenes de su liberación recorrieron el mundo y su actitud conmovió profundamente a la sociedad española.

Han pasado veinticinco años de la liberación de Ortega Lara. Él, como otras víctimas del terrorismo y sus familias, ha mantenido una actitud digna, firme y comprometida. Ortega Lara, maestro, licenciado en Derecho y funcionario de prisiones, ha dedicado una parte importante de su vida a servir a la sociedad española. Es difícil entender que los terroristas de ETA, quienes les amparaban y sus sucesores, hayan sido blanqueados. La memoria de la barbarie terrorista es la de sus víctimas. Unas victimas que jamás han buscado venganza y que, con su compromiso a favor de la verdad, la justicia y la reparación han contribuido y contribuyen a fortalecer la democracia española.