La República Centroafricana sigue viviendo su particular vía crucis en este comienzo de año. El domingo 3 de enero los rebeldes tomaron el control de la ciudad de Bangassou, se produjeron saqueos y la mayoría de la población tuvo que huir al vecino Congo. Como relata Monseñor Juan José Aguirre, el obispo español de esa diócesis, se han acostumbrado a vivir en medio de una calma tensa.

La gente sigue con mucho miedo y, en esta coyuntura, la ingente tarea de la Iglesia es portadora de esperanza y sentido en medio de las dificultades, además de promover incansablemente acciones concretas para que la población pueda proseguir su vida. El propio obispo ha acogido a una treintena de niños huérfanos en las instalaciones de la diócesis para protegerles de los ataques.

La República Centroafricana es un Estado fallido que vive en conflicto permanente, donde se entrelazan la pugna de potencias extranjeras y la extensión del yihadismo en la región. En medio de la indiferencia de la opinión pública y del abandono de la comunidad internacional, el testimonio de Monseñor Aguirre es una verdadera luz, Evangelio hecho vida que clama por una vida en paz, en la que entender al otro como un bien, acogerle y abrazarle.

La vida entregada de tantos misioneros en las regiones más duras del planeta es signo elocuente de la misericordia y la ternura de Dios en medio del ruido de las balas.