El Congreso “Pueblo de Dios en salida”, que ha convocado a dos mil personas este fin de semana en Madrid, ha sido una ocasión magnífica para vivir la comunión eclesial y para entender que la Iglesia es, necesariamente, Iglesia en salida. Se han sembrado las semillas que renovarán y dinamizarán el laicado en España, y se han cosechado ya los primeros frutos de un camino sinodal que lleva tiempo recorriéndose en nuestro país.

En este Congreso se ha avanzado en una propuesta que, desde la fidelidad al Evangelio y la comunión eclesial, sea capaz de dialogar con un mundo que afronta desafíos antropológicos y culturales ante los que no cabe ni esconder la cabeza ni lanzar una diatriba condenatoria de todo cuanto existe. Es tiempo de salir al encuentro del otro, a las periferias físicas y existenciales; de proclamar el anuncio de Cristo muerto y resucitado, de promover un verdadero acompañamiento y procesos de formación que incluyan todas las dimensiones de la fe, y de buscar una presencia relevante de los católicos en la vida pública, sin complejos ni nostalgias.

El Congreso buscaba dinamizar la vocación y misión de los laicos en la Iglesia que peregrina en España. Ha sido un punto de partida para nuevos caminos que ahora se abren, con la certeza de haber vivido en estos días un renovado Pentecostés. Desde ahí cabe afirmar que no se está construyendo sólo para hoy, ni trabajando sólo para mañana, sino forjando, en sentido estricto, un camino para la eternidad.