El Partido Popular vuelve a verse salpicado por un caso de supuesta corrupción con la imputación de la que fuera su secretaria general, Dolores de Cospedal, en el llamado "caso Kitchen". Se trata de la supuesta trama de espionaje coordinada por el excomisario José Manuel Villarejo para sustraer documentos comprometedores en poder del que fuera tesorero del partido, Luis Bárcenas. La sospecha del juez es que Cospedal estaba al corriente de ese operativo ilegal, y por eso ha decidido investigarla en el sumario del proceso abierto.

Esa imputación ya está derivando hacia lo que sabía o no sabía del caso el entonces presidente Mariano Rajoy, señalado también por Bárcenas en sus famosos "papeles", que dan origen a la investigación judicial. En el fondo de todos los casos derivados de esos papeles, laten otras tramas ligadas con las actividades secretas del propio Bárcenas en sus tiempos de tesorero del PP, que le permitieron acumular una considerable fortuna de orígenes desconocidos. Asentado el principio de presunción de inocencia, lo evidente es que el Partido Popular viene arrastrando un lastre de sospechas que dieron origen a la moción de censura que llevó a Sánchez a La Moncloa. El PP ha pagado ya un alto precio electoral y Pablo Casado ha iniciado una profunda renovación, pero está claro que los viejos fantasmas se abaten de nuevo sobre el partido, cuando las encuestas apuntan a un claro despegue. La lucha contra la corrupción forma parte del duro aprendizaje de la democracia, pero la Justicia debe actuar sin demora para limpiar la vida política de esta niebla que contamina a todos los partidos.