Las elecciones en Alemania se han saldado con una victoria por la mínima de los socialdemócratas del SPD. Se inicia ahora un largo proceso de negociación en el que los democristianos de la CDU no descartan formar gobierno. Ya en las elecciones de 2017 las conversaciones duraron meses y los socialdemócratas, que habían rechazado volver a la gran coalición, llegaron a un compromiso con el centro-derecha.

El resultado de estas negociaciones es muy importante no solo para los alemanes sino para el conjunto de la UE. Alemania, junto con Francia, ejercen un liderazgo de facto en Europa. En este momento de inestabilidad internacional es decisivo que el Viejo Continente tenga un rumbo claro como lo tuvo en los largos años de Gobierno de Merkel.

En las próximas semanas veremos cuál de las dos grandes fuerzas políticas se pone de acuerdo con los verdes y con los liberales para obtener una mayoría suficiente. La ventaja es que, en Alemania, a diferencia de lo que sucede en España, socialdemócratas, democristianos, liberales y verdes se mueven dentro de un terreno marcado por amplios consensos. No se cuenta con Alternativa por Alemania, la formación populista de derecha radical, y tampoco con los filocomunistas de Die Linke. De hecho, Scholz, el candidato socialdemócrata que ha ganado las elecciones, es un centrista al que se percibe como el sucesor de Merkel. Él era el secretario general del SPD cuando los socialdemócratas tuvieron que realizar ajustes. Y él fue, como ministro, el impulsor del retraso en la edad de jubilación.