El pasado domingo se celebraron elecciones legislativas en Perú. El Congreso peruano es hoy una institución políticamente más fragmentada, en la que el fujimorismo perdió la mayoría. A primera vista, la suma de los partidos del centro-derecha permitirá un entendimiento constructivo con el gobierno del presidente Martín Vizcarra, que el pasado 30 de septiembre convocó elecciones para cerrar un período políticamente convulso, tras la renuncia de Pedro Pablo Kuczinski, acusado de corrupción, y el bloqueo promovido por la bancada de Fujimori. La situación, sin embargo, sigue sin ser especialmente halagüeña. El Congreso se establecerá en marzo y su vida legislativa se extenderá solo por un período de dieciséis meses, tras lo que se convocarán elecciones presidenciales y legislativas.

El país ha sido duramente castigado por escándalos de corrupción muy sonados en los que se han visto implicados varios Presidentes de la República. La próxima en pasar de nuevo por la cárcel será Keiko Fujimori, mientras que los dos últimos presidentes, Humala y Kuczyinski, están en arresto domiciliario. Es de esperar que este período de transición sirva, al menos, para pacificar los ánimos políticos, favorecer acuerdos y contribuir a la distensión. Y sobre todo, sirva para que Perú pueda elegir en los próximos meses a un Presidente honesto y sin peajes.