Dentro de su estrategia para esconder el pacto con Bildu, Pedro Sánchez convocó ayer al Patronato del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, el organismo del Estado que dirige la política de atención a las víctimas del terrorismo. En un primer momento se había anunciado una reunión con la Fundación Víctimas del Terrorismo, que aglutina a todas las víctimas de ETA, pero al final se quedó en un encuentro mucho menos ambicioso y más controlado por el Ejecutivo.

Quizá porque Pedro Sánchez no se hubiera atrevido a decir delante de las víctimas de ETA que “la memoria de las víctimas es una de las prioridades del Gobierno” y “que España y sus instituciones no olvidarán nunca a las víctimas del terrorismo”. Los hechos, una vez más, contradicen las palabras del presidente del Gobierno. Si las víctimas de ETA son una prioridad, Sánchez tendría que explicar por qué lleva dos años sin reunirse con ellas.

Tendría que aclarar además por qué el actual gobierno socialista acerca a presos de ETA sin que esta medida responda a su proceso de reinserción, sino a contrapartidas políticas. También tendría que explicar por qué permite que proliferen, cada vez más, los homenajes a los terroristas. Y, sobre todo, tendría que dar imposibles explicaciones sobre los acuerdos con Bildu, que van más allá de la necesidad de aprobar los Presupuestos, como se encarga de explicar, sacando pecho, el líder de EH Bildu, Arnaldo Otegui.