El día 12 de enero de 2010, Haití registró un terremoto de magnitud 7. Fallecieron más de doscientas mil personas y se contabilizaron hasta trescientos cincuenta mil heridos, mientras que un millón y medio de personas perdieron su hogar. Desde entonces, la población haitiana lucha para sobreponerse a la catástrofe humanitaria sin que las ayudas recibidas hayan conseguido reconstruir el país. En este contexto, Haití, el país más pobre del continente americano, ha sufrido una nueva catástrofe. El pasado día 14 de agosto Haití sufrió un nuevo y devastador terremoto. A día de hoy se calcula que han perdido la vida más de dos mil personas, se contabilizan hasta doce mil heridos y cientos de personas han perdido sus casas. Los riesgos de que el cólera se expanda, como consecuencia de la falta de agua potable, son muy altos. Ya sucedió en 2010 sin que ningún organismo internacional hiciera nada por evitarlo. Y ahora, tras el paso de la tormenta tropical Grace, el riesgo es aún mayor.

Los haitianos necesitan de todo: alimentos, médicos, medicinas, agua potable, personal especializado para rescatar a los sobrevivientes y así hasta un largo etcétera. La Organización Internacional para las Migraciones calcula que se necesitan 15 millones de euros para cubrir las necesidades más críticas. Después vendrá la reconstrucción del país, si la ayuda humanitaria consigue llegar a su destino final.

Haití no representa un peligro en el tablero de las relaciones internacionales, no ocupa un lugar estratégico y carece de recursos naturales. Y, sin embargo, quizás esta sea una nueva oportunidad, en un país extremadamente vulnerable a las catástrofes naturales, para que la cooperación entre los organismos internacionales públicos y privados, debidamente fiscalizada, consiga diseñar y llevar a cabo un plan de reconstrucción que sea racional, efectivo y duradero.