Hay un relativo optimismo en las últimas horas sobre la posibilidad de que se llegue a un acuerdo de alto el fuego en la guerra de Gaza. Sobre la mesa hay una propuesta de una tregua de seis semanas, la liberación de un número limitado de secuestrados a cambio de un millar de presos palestinos. Aumentaría la ayuda humanitaria y se aplazaría la incursión terrestre de Israel en la zona sureña de Rafah.

Israel está atravesando un momento muy complicado por lo que algunos llaman un "amargo fracaso de la seguridad nacional". De hecho, doscientos días después del inicio de la operación contra Gaza aún no se han alcanzado los objetivos militares y no hay acuerdo sobre los rehenes. En Israel hay quien teme que se produzca teme un escenario "a la ucraniana": un conflicto enquistado que impida el regreso de los ciudadanos a los territorios fronterizos y la plena reanudación de las actividades económicas y el turismo.

Occidente seguirá ejerciendo presión para llamar al Gobierno israelí a la moderación. La incursión de Rafah puede asestar un duro golpe a Hamás, pero quien diga que representará el final de la guerra está engañando a la opinión pública. En realidad, el único avance que puede lograr Israel sería imponer su propia administración en la Franja, y eso es muy difícil porque los palestinos no van a aceptar una administración impuesta por el ejército israelí. La única solución sería una especie de Gobierno de unidad nacional palestina.