La decisión de la India de prohibir sus exportaciones de trigo ha añadido una nueva alarma mundial a la situación bélica en Ucrania, que ya amenazaba con un desabastecimiento de cereales, hasta el punto de que se advierte del peligro de una crisis alimentaria global. Diez días antes de esta decisión, el primer ministro indio, Narendra Modi, había asegurado que su país estaba preparado para alimentar al mundo, como ha hecho cada vez que la humanidad se ha visto amenazada de hambre.

La primera consecuencia de tal anuncio ha sido la inmediata subida récord del precio del trigo en los mercados mundiales, que ya había aumentado en un cuarenta por ciento. Como explicación, las autoridades indias han alegado la perentoria necesidad de frenar la inflación, así como la especulación sobre los precios de este cereal, así como el temor de que peligre el abastecimiento interno.

Otros veinte países, asiáticos y africanos en su mayoría, han adoptado una decisión parecida, no solo en relación con el trigo, sino con otros alimentos como las patatas, el azúcar y la carne. La acusada sequía en diversas zonas del planeta complica todavía más la situación. Lo peor de este panorama es, sin duda, la guerra declarada por Putin a Ucrania, cuyas exportaciones de cereales ya cosechados están suspendidas desde el bloqueo naval ruso de Mariúpol y Odesa. Para afrontar este problema hace falta voluntad política y una mejora del sistema mundial de gobernanza. Ningún país puede resolver el problema por su cuenta, y el tiempo corre en contra, especialmente, de las comunidades más vulnerables.