Sin las multitudes de peregrinos de otras ocasiones, pero con la grata sorpresa de que el Papa haya decidido extenderlo a 2022, Santiago de Compostela ha inaugurado un Año Santo que seguramente dejará muchas sorpresas para la historia. De entrada es una ocasión para redescubrir el sentido de la peregrinación como “experiencia existencial”, en palabras del Papa, que se apoya en Antonio Machado para afirmar la que “la meta es tan importante como el camino mismo”.

Porque el Camino no solo apunta a Santiago, sino a Dios mismo, que se hace caminante con el ser humano y lo acompaña a lo largo de la vida. El camino es también una invitación para salir de uno mismo, de la propia comodidad, y descubrir a los demás como compañeros de fatigas y alegrías que la Providencia regala al peregrino.

Toda esta rica simbología ha hecho del Camino Santiago un patrimonio único de la civilización europea. En las últimas décadas el auge del turismo ha traído a cantidades nunca vistas de personas, muchas de las cuales relatan sorprendentes experiencias humanas y espirituales que jamás imaginaron.

La crisis sanitaria, que aún durará algunos meses, se ha aliado, en este caso, con la prórroga pontificia para invitar a redescubrir con sosiego la experiencia de una peregrinación que es sinónimo de encuentros en los que, dice el Papa, en la medida en que se vacía la mochila, se va llenando el corazón. Una metáfora insuperable del sentido de la vida.