Durante el debate de ayer sobre la moción de censura de VOX, el candidato Tamames recriminó a Pedro Sánchez su cansina estrategia, basada en el viejo "método Ollendorf" de enseñanza de idiomas. Consiste en un sistema en el cual no importa responder a una pregunta para entablar una conversación coherente, sino en contestar lo que se quiera con tal de que la frase esté bien construida. Y eso fue precisamente lo que ocurrió ayer: ni una sola pregunta directa sobre los graves errores cometidos en la legislatura fue contestada por el presidente, que realizó una especie de mitin sobre su gestión y atacó a la oposición como culpable de todos los problemas de España. Claro que eso era previsible con el planteamiento de la moción.

Para Sánchez no existe ni un solo caso de corrupción en su partido, ni siquiera los Eres de Andalucía o el "caso Mediador" que ha estallado hace unos días, ni el Gobierno se ha equivocado con la ley del "Sí es sí", ni con las concesiones a los separatistas, ni mucho menos por burlarse de la separación de poderes. La culpa siempre es de los demás, como también se encargó de destacar la vicepresidenta Yolanda Díaz, que aprovechó para presentarse como parte del “ticket” de la futura alianza “Frankenstein". Como afirmaba esta mañana la portavoz del Partido Popular, Cuca Gamarra, Sánchez dedicó ayer más tiempo a atacar, injuriar y menospreciar al ausente líder del PP, Núñez Feijóo, que al propio proponente de la moción. Lo que va a quedar de este innecesario espectáculo será lo que cada votante guarde en su memoria. Porque si bien Tamames quiso desnudar el proyecto populista de Sánchez, la moción le ha brindado a éste una oportunidad para lanzar su campaña electoral y cohesionar su bloque de alianzas.