Con una participación levemente al alza en Galicia y sensiblemente a la baja en el País Vasco, el Partido Popular, con Alberto Núñez Feijóo al frente, y el PNV, con Iñigo Urqullu, han repetido triunfo en las elecciones autonómicas que han tenido lugar este domingo, las primeras tras el confinamiento y aún en una situación excepcional por la COVID-19.

La de Núñez Feijóo es la cuarta mayoría absoluta consecutiva, algo especialmente relevante en un momento de parlamentos fragmentados, del descrédito de buena parte de la clase política y del desgaste que el poder siempre conlleva. Especialmente significativa ha sido la derrota del Partido Socialista Gallego y el batacazo de Unidas Podemos, que desaparece en Galicia y que ha sufrido un varapalo considerable también en el País Vasco. Los resultados del Partido Socialista y de Unidas Podemos no pueden ser peores. Si Pedro Sánchez analizara lo sucedido con verdad y responsabilidad, el resultado de las urnas debería suponer un serio aviso a navegantes.

En el País Vasco, Iñigo Urqullu necesitará apoyos para gobernar. La coalición con el Partido Socialista de Euskadi parece, a priori, el escenario más probable, a pesar de los malos resultados de los socialistas y de cómo puede condicionar la legislatura el nuevo ascenso de EH Bildu, que se convierte en la segunda fuerza política, y cuyos resultados revelan de forma inquietante hasta qué punto se ha normalizado el discurso filoetarra en la sociedad vasca.