Máximo histórico en las aportaciones voluntarias de los contribuyentes a la Iglesia católica a través de la Declaración de la Renta. Según los datos presentados ayer por la CEE, este modelo de cooperación con el Estado goza de buena salud, a pesar de que sigue habiendo un número de personas que, por desconocimiento, no marcan la casilla de la Iglesia ni la de Fines Sociales, o bien ignoran que ambas son compatibles.

Pese a todo, los buenos resultados entre los jóvenes y los nuevos declarantes son indicadores de la consolidación de un sistema al que el portavoz de los obispos definió como “un ejercicio de democracia fiscal˝, situándolo en el marco de la autofinanciación de la Iglesia. Desglosando declaraciones conjuntas, 8,5 millones de contribuyentes hicieron uso de un instrumento que repercute positivamente en el conjunto de la ciudadanía, como cada año demuestran los datos de la Memoria que presenta la CEE con el aval de prestigiosas consultoras.

Es la lógica que justifica las exenciones fiscales de las que disfrutan tanto la Iglesia como otras organizaciones sin ánimo de lucro para las actividades que les son propias. Solo el ruido interesado y cansino que cada cierto tiempo se escucha, cuestiona un marco de cooperación que facilita que millones de católicos y personas que valoran su actividad contribuyan al bien común de manera más efectiva.