El referéndum organizado por el régimen venezolano sobre la anexión de dos tercios del territorio de la vecina Guyana obedece a motivaciones internas. Nicolás Maduro necesitaba un golpe de efecto para contrarrestar la movilización demostrada por la oposición en las primarias, con la incontestable victoria de María Corina Machado al frente de una candidatura conjunta de los partidos democráticos. Con una reacción que recuerda a la reclamación de las islas Malvinas por parte de la Junta Militar argentina, Maduro recurrió a la carta ganadora de un antiguo agravio histórico, una reclamación que cualquier venezolano puede ver con simpatía.

El efecto, sin embargo, parece lejos del buscado. Los balances oficiales están llenos de contradicciones, y se han podido ver imágenes de centros de votación prácticamente vacíos, difícilmente compatibles con el discurso oficial. La comparación con la jornada de votación organizada por la oposición no puede ser más desfavorable para el régimen. El problema es que esta debilidad no disminuye la tensión con la Guyana, sino que, por el contrario, la incrementa. El chavismo se ve obligado a protagonizar una huida adelante con algún gesto que pueda evitarle la humillación y el ridículo. Lula da Silva, uno de los dirigentes de la región con quien mejor relación tiene Maduro, ha movilizado tropas brasileñas cerca de la región en disputa, consciente de la peligrosa escalada que podría producirse. Hace tiempo que el régimen venezolano da señalas de debilidad y que demuestra que solo está dispuesto a morir matando, pero esta vez Maduro podría ir demasiado lejos.