A la polémica suscitada por los puntos dedicados a la productividad o a los viajes aéreos en el acuerdo entre el PSOE y Sumar para la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, hay que añadir otros que se refieren a la concepción de la persona y a aspectos sensibles de la formación integral de las nuevas generaciones. Por ejemplo, el referido a la promoción de una educación “basada en la tolerancia y el laicismo”. El acuerdo, de forma sorprendente, dice que “las calificaciones que se hubieran obtenido en la evaluación de las enseñanzas de religión seguirán sin computar en la obtención de la nota media a efectos de acceso a otros estudios ni en las convocatorias para la obtención de becas y ayudas al estudio en que deban entrar en concurrencia los expedientes académicos”.

No parece muy lógico que, como dice el texto, “para garantizar el principio de igualdad y libre concurrencia” se ponga el foco en la asignatura de Religión, como si ésa fuera causa que impide la desigualdad y la libre concurrencia educativa. Sería mejor que para garantizar la tolerancia hacia los otros y una sana laicidad, que no laicismo, el Gobierno autodefinido progresista, ante fenómenos como el multiculturalismo y el pluralismo religioso, potenciara una enseñanza de calidad en materia religiosa desde el punto de vista general y desde el confesional. La tolerancia que busca el futuro gobierno debiera partir de un conocimiento en profundidad de las tradiciones religiosas presentes en una sociedad mayoritariamente católica, y no de la pretensión de arrinconar la enseñanza del hecho religioso en la escuela.