Tras la debacle en las elecciones andaluzas, el Gobierno de Pedro Sánchez aparentó indiferencia con el pretexto de que no eran los ministros ni su presidente los que se examinaban en las urnas. Sin embargo, no ha tardado en darse cuenta del error al admitir en sede parlamentaria que "las derrotas nunca son definitivas" y que, por lo tanto, pueden remediarse. En este contexto, Sánchez anunció como medida estrella para recuperar la confianza de los electores perdidos una reducción del IVA en la factura de la luz, que supondrá para las familias un ahorro medio mensual de dos a tres euros, justo lo que cuesta un kilo de tomates.

Este sábado está previsto un Consejo de ministros extraordinario para aprobar una serie de medidas destinadas a combatir la inflación que, por cierto, deberían haber sido consensuadas con la oposición que ya hace semanas le presentó un sólido plan con este mismo fin. De esta manera, el Gobierno trata de asegurar su tranquilidad cara a las próximas elecciones autonómicas y municipales.

Pero hay aspectos de la lección andaluza que Sánchez no termina de entender. Los ciudadanos han castigado también su sectarismo, su falta de respeto a las instituciones y sus alianzas con los partidos que buscan socavar la Constitución y la unidad de España. Y en eso no parece tener ninguna intención de rectificar.