Este domingo hemos visto una foto inédita: el líder del PP, Pablo Casado, y la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, haciendo campaña juntos bajo el árbol de Guernika. La foto tiene el valor de mostrar el acuerdo entre dos partidos constitucionalistas en un territorio especialmente difícil.

Las encuestas que se publican pronostican que el acuerdo del PP y de Ciudadanos en el País Vasco permitirá salvar los muebles, pero el descenso será importante: de nueve escaños, a seis o siete. Los socialistas, con una previsión en las encuestas de diez diputados, tampoco tendrán un gran peso. Se quedarán, según algunas estimaciones, con casi la mitad de diputados que Bildu.

Con el fin del terrorismo, los políticos que no han condenado la violencia de ETA no son castigados en las urnas. La suma de los socialistas vascos y de los populares, que pagaron con sus vidas la defensa de las libertades, estará empatada en escaños con Bildu.

El PNV obtendría una victoria histórica. El final de ETA y el pragmatismo de Urkullu le otorgan un apoyo transversal de más de un 40 por ciento de los vascos, sin que los casos de corrupción conocidos, ni escándalos como el del vertedero de Zaldíbar, le afecten. El PNV no va a optar por un independentismo como el de los secesionistas catalanes pero juega a la ambigüedad en ese terreno, y lo que es peor, mantiene su ambigüedad respecto al reciente pasado en el País Vasco.