Muchos argentinos votarán en la segunda vuelta, el 19 de noviembre, con la disyuntiva de elegir al candidato menos malo. Los pobres resultados del populista Javier Milei han roto con el guion previsto en las encuestas. El candidato anarcocapitalista ha acaparado los focos desde su victoria en las primarias de agosto, y la difícil coyuntura económica parecía allanar su camino a la Casa Rosada. No ha sido así. Le ha superado holgadamente el ministro de Economía de un Gobierno que no tiene mucho de qué presumir en gestión económica.

Para explicar el triunfo de Sergio Massa, algunos comentaristas hablan del miedo al recorte de políticas sociales o incluso de cierto derrotismo, como si un sector de la opinión pública asumiera que el país está condenado a sufrir cada pocos años una crisis. Pero Milei es un candidato muy divisivo, y eso moviliza al oponente, sobre todo si se trata del peronismo, al que haría mal cualquiera en dar por muerto. Massa propone ahora un gobierno de unidad nacional. Juntos por el Cambio, la derecha tradicional, no se fía. La derrotada Patricia Bullrich no da su apoyo a nadie, pero tendrá que mojarse. Aunque la tensión interna por el retroceso electoral no ayude, puede jugar sus cartas para que el próximo gobierno se parezca a uno de unidad nacional. La alternativa, con la que ha coqueteado el expresidente Macri, equivaldría a dejarse fagocitar por el populismo.