Con la mirada puesta en la guerra de Ucrania y sus consecuencias, así como en la crisis energética y alimenticia, se inició ayer la 77 sesión plenaria de la Asamblea de las Naciones Unidas sin muchas esperanzas de encontrar soluciones. Ya se encargó el presidente ruso, Vladimir Putin, de echar más leña al fuego al anunciar una serie de referéndums en las regiones ocupadas por Rusia en el este de Ucrania con la intención de absorberlas, como hizo con la península de Crimea hace ocho años. Y no solo eso: en una alocución televisada esta misma mañana ha anunciado la movilización parcial de la población rusa para incorporarse a la guerra, mientras insinuaba el uso de armas nucleares como chantaje ante la contraofensiva ucraniana.

La conclusión es que la guerra va a continuar, como reflejaba en su discurso el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, al afirmar que la confianza se desmorona y “nuestro planeta está ardiendo”. Curiosamente el presidente Sánchez optó un discurso de perfil ideológico, como si estuviera en las Cortes españolas dirigiéndose a la oposición. Lo que le preocupa es la "batalla diaria" por la democracia, amenazada no por la guerra y sus consecuencias, sino por "quienes pretenden imponer la desigualdad beneficiando a unos pocos, e impiden el avance de las ideas de igualdad, libertad y fraternidad". Parece que no se refería al informe de la ONU sobre los crímenes de lesa humanidad de los que se acusa a la dictadura de Venezuela.