Bajo el lema “De la paz a la prosperidad”, se celebra hoy en Bahrein una conferencia organizada por Estados Unidos en un enésimo intento de acercar a palestinos e israelíes, en el contexto de la creciente tensión en el Golfo Pérsico. Washington pretende promover el desarrollo económico de los territorios palestinos con el señuelo de una inversión de 50.000 millones de dólares a lo largo de diez años y la creación de un millón de empleos para los palestinos. Pero el objetivo es conseguir una alianza entre Israel, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes contra un enemigo común: la vecina República Islámica de Irán.

La iniciativa está destinada al fracaso, al haber sido rechazada frontalmente por la propia Autoridad Palestina que acusa a la Administración Trump de querer comprar a los palestinos privándoles de un Estado. “Antes que una solución económica es necesaria una solución política”, ha declarado el presidente palestino Mahmud Abbas.

Resulta absurdo que se hable de una futura prosperidad de los palestinos sin haber alcanzado antes un acuerdo de paz que reconozca sus derechos. Descartado ese objetivo, la conferencia de Bahrein sólo servirá para consolidar las precarias alianzas árabes contra las aspiraciones iraníes de hegemonía regional, que tanto preocupan a Arabia Saudita. Ante esta prioridad, los palestinos pueden esperar, como llevan esperando desde hace décadas sin que avance un ápice el reconocimiento de sus derechos.