Esta vez, sí, todos los cuerpos policiales en Cataluña están dando ejemplo de profesionalidad y servicio a la ciudadanía por encima de criterios ideológicos. Tras dejarse su prestigio hecho girones con su actuación en el referéndum ilegal de 2017, los Mossos d’Esquadra han aprendido la lección, y se ha hecho habitual en las protestas de estos días la imagen de agentes autonómicos y policías nacionales trabajando juntos, codo a codo. Es la normalidad en un estado democrático, donde cualquiera tiene derecho a defender sus ideas por vías democráticas y pacíficas, pero no a saltarse la ley ni a utilizar los resortes del poder político para imponer sus ideas a toda la población.

Lo que no puede calificarse de normal es la actitud del presidente de la Generalitat, Quim Torra, que envía a la policía a reprimir protestas violentas que él mismo alienta. Torra es lo que coloquialmente se conoce como un bombero pirómano, y ayer dio un paso más con su propuesta de un nuevo referéndum ilegal, que ni siquiera contó con el respaldo de sus socios de gobierno de Esquerra Republicana. El Supremo ya advirtió la pasada semana de las consecuencias, incluso penales, de este tipo de actuaciones. Pero antes que ese argumento, si en el soberanismo queda un mínimo de sensatez, alguien debería plantarse ante un presidente que no hace más que arrojar gasolina al fuego y está perjudicando gravemente a todos los catalanes.