El Presidente de los Estados Unidos ha decido cerrar el mes de julio con una noticia preocupante por lo que se refiere a la política interior. Trump plantea aplazar las elecciones presidenciales del próximo mes de noviembre, alegando que el voto por correo podría convertir las elecciones de 2020 en las más fraudulentas de la historia.

La situación de pandemia podría hacer que millones de estadounidenses decidieran ejercer sus derechos electorales mediante el voto por correo, una posibilidad legal que en una democracia como la estadounidense está debidamente garantizada. La polémica abierta por el Presidente no cabe en los estándares de la normalidad democrática, como tampoco cabe el que la noticia se haya difundido mediante mensajes de tweet y que la intención sea la de sembrar la duda. Trump pone en tela de juicio la transparencia en el proceso electoral olvidando que él no es un candidato más, sino el Presidente de los Estados Unidos.

Está claro que, como Presidente, Trump no convoca elecciones, pero él sabe que las teorías de la conspiración pueden tener efecto en un país fuertemente polarizado, que está sufriendo un duro revés a causa de la pandemia y su gestión. La cuestión es que Trump, en lugar de rectificar o enderezar el rumbo, opta por desestabilizar y sembrar de dudas el proceso electoral al más puro estilo populista de quienes desprecian el gobierno de las leyes y las instituciones y prefieren el gobierno de las consignas.