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El relojero de la Puerta del Sol: “Escuchas una explosión de alegría que es el reflejo de todas las casas”

Jesús López-Terradas lleva 23 años cuidando del reloj de las Campanadas

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Elena Rodríguez Matute

Redactora

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 31 dic 2019

Cuarenta y tres escalones de una estrecha escalera de caracol nos llevan hasta el reloj de la Puerta del Sol. Allí nos espera el relojero Jesús López-Terradas que, junto a sus compañeros Pedro y Santiago, será el encargado de que todo salga bien esta noche. Jesús cada semana, desde hace 23 años, mima a esta máquina, subiendo las pesas para que no se pare y revisando y engrasando cada pieza. Esta noche no se tomarán las uvas, para que todos los demás lo hagamos con máxima puntualidad. “Cuando cae la bola y empiezan a funcionar los cuartos todo el mundo se calla y cuando da la última campanada escuchas esa explosión de alegría que es el reflejo de todas las casas y es muy bonito”, explica Jesús con emoción.

¿Pero qué ocurre a las doce y un minuto? Al contrario de lo que pudiéramos pensar, el trabajo de los relojeros no ha terminado, es la hora de encender el luminoso, avisar a los técnicos de los fuegos artificiales para que comience el espectáculo y cuando toda la pirotecnia ha terminado, si surge, admite Jesús, reciben el año con un poco de champán: “A veces tenemos una botella de champán, te tomas una copita con los compañeros y pasamos un rato muy agradable”.

Para ellos no es ningún sacrificio no tomarse las uvas al tiempo que lo hace el resto de España, más bien es un honor que llevan ejerciendo 23 años con gusto. Cuidando cada semana de una joya de la relojería que este año cumple 153 años. Este reloj, inaugurado, el 19 de noviembre de 1866, el día del cumpleaños de la reina Isabel II, fue un regalo, importado de Londres, del relojero leonés José Rodríguez de Losada. En esta vida centenaria ha visto a través de sus manecillas, gran parte de la historia de España y ha sido protagonista de varias anécdotas. En 1928, una de las pesas se descolgó y atravesó el despacho del gobernador. Además, durante la Guerra Civil a punto estuvo de volar por los aires a causa de un proyectil. “Entró un obús por la esfera de Carretas que no reventó, si llega a reventar no queda ni reloj, ni torre”, desvela Jesús.

Afortunadamente, este reloj sigue en perfecto estado. No ha fallado ni una sola Nochevieja desde que Jesús, Pedro y Santiago se encargan de su mantenimiento. “Estaría bueno que el día 31 a las 12 se estropeará” admite Jesús, “en el fondo sería una noticia”. Todo está milimétricamente medido para que esto no suceda. Cuando falten exactamente 28 segundos para las 12, caerá la bola, lo hace por su propio peso en un tiempo de 7 segundos, después comenzarán a sonar los cuartos y cuando venza el último repique, las Campanadas serán las protagonistas y solo tendremos 3 segundos para comer cada uva.

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