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La parricida de Santomera: drogas, infidelidades y dos niños estrangulados con el cargador del móvil

Paquita González asesinó en Santomera (Murcia) a dos de sus hijos, de 4 y 6 años, en una mezcla de celos, consumo de cocaína y una relación tóxica con su marido

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Paco Delgado
@Delgado_LPacoRedactor de COPE

Tiempo de lectura: 6'Actualizado 15:12

La Guardia Civil llega hasta la residencia de Santomera (Murcia) donde viven José Ruiz y Francisca González con sus tres hijos: José Carlos, Francisco y Adrián. Los dos últimos están encima de su cama, muertos. Alguien les ha estrangulado durante la madrugada del 19 de enero de 2002. Los agentes toman declaración a la madre en calidad de testigo, y presenta heridas en las muñecas fruto de, asegura, de haber sido maniatada por dos asaltantes de origen ecuatorianos. Los sospechosos habrían entrado en la casa rompiendo la ventana de una de las habitaciones, atacó a José Carlos por la espalda y roció a Francisca con un spray paralizante que le incapacitó para acudir al rescate de sus hijos.

Según revelarían los forenses del caso un año después, los pequeños, de 6 y 4 años, “murieron por asfixia producida por estrangulación”. Además, presentaban heridas en el resto del cuerpo, tales como erosiones y hematomas tanto en la cara como alrededor de la boca. Unas marca que “podrían corresponder a intentos de sofocación o de tratar de acallarlos”, como detallaban los peritos durante el juicio el 29 de octubre de 2003, casi dos años después. Las heridas, según relataban, se produjeron seguramente en un forcejeo de los niños por liberarse.

El equipo forense analiza la ventana rota en el lugar del crimen. Retiran los cadáveres de las víctimas

El equipo forense analiza la ventana rota en el lugar del crimen. Retiran los cadáveres de las víctimas / EFE

Conforme fue desarrollándose la declaración inicial de 'Paquita', como se le conoce en el pueblo murciano, las primera hipótesis empezaron a apuntar a la posibilidad de que los dos hombres no hubieran entrado a robar en el domicilio de los Ruiz González, sino que hubiera sido un ajuste de cuentas por un asunto de drogas. Los agentes de la benemérita encontraron en el domicilio una peluca rubia y 9.000 euros en efectivo. Según contaba la mujer, el motivo era tener un plan de huida rápida de casa con sus hijos en el caso que los negocios de tráfico de drogas en los que estaba involucrado su marido terminaran complicándose y se convirtieran en tragedia.

No obstante, José Ruiz no se encontraba en casa, sino que estaba en Francia realizando un trabajo habitual de camionero. Sí llegó para el velatorio, donde apareció una Paquita González aparentemente devastada, rota de dolor por la muerte de sus dos hijos menores. Su marido trataba de consolarla acompañada de su hijo mayor, de 14 años, y único superviviente del asalto. No obstante, horas después del entierro los pequeños Francisco y Adrián, la Guardia Civil detuvo a Paquita como principal sospechosa del asesinato de sus dos hijos.

Paquita González, junto a su marido José Ruiz en el entierro de sus dos hijos

Paquita González, junto a su marido José Ruiz en el entierro de sus dos hijos / EFE

Drogas, infidelidades e intercambios de parejas

A pesar de lo que pudiera parecer, la polémica del juicio no estuvo en demostrar los hechos: Paquita González confesó tras varias horas de interrogatorio haber asesinado a sus hijos en la madrugada del 18 al 19 de enero de 2002. Los forenses habían encontrado rastros de su piel en las uñas de los niños, que coincidían con las heridas vendadas en las muñecas de la madre. Las tiranteces llegaron por el frente de la condición física y emocional en la que se encontraba la sospechosa en el momento en el que se cometieron los crímenes.

Cuando la Guardia Civil le tomó declaración junto al cuerpo de sus hijos se encontrado en un estado visible de mareo y desconcierto. En ese momento los agentes lo achacaron al shock, así como al hecho de que, como ella misma había explicado, había sido rociada con spray paralizante. Pero la propia sospechosa confesó que en realidad había tomado una mezcla de “mucho whisky y mucha coca”.

Y es que el consumo de sustancias estupefacientes era algo común en la casa de los Ruiz González. Según la propia madre de los fallecidos, esa noche había tomado “cinco gramos de cocaína y varios whisky y varias pastillas”, y mantenía que “no quería matarlos”. La defensa de Paquita comenzó a girar sobre un pasado de infidelidades y maltrato psicológico y físico de su marido que la empujaron a las drogas y al desequilibrio mental.



Llegó a declarar: “José me humillaba y me obligaba a ir a clubes de intercambio de parejas”, a las que acudía, según declaró, “por amor a José o por gilipollas”. Incluso llega a apuntar a las infidelidades como otro de los grandes motivos que le llevaron a a la deriva. “Me engañó durante un año, aunque ya hace tiempo que terminó esa aventura, en febrero del año pasado”.

La última de las acusaciones que lanzaba a su marido era tanto de agresiones físicas como de dedicarse al mundo de la droga. Contaba que un individuo de nombre J.R. apuntó en una ocasión a su marido a la cabeza con una pistola a cuenta de una deuda de 3,6 millones (se entiende que pesetas) y le amenazó con atacar a toda su familia. Este habría sido el incidente que desencadenaría la paranoia y que terminara por guardar 9.000 euros y una peluca rubia.

El juicio: el padre y el hijo rompen su silencio

Si bien las palabras de la madre de los niños fue impactante para todos los participantes en la causa, las de José Ruiz, el padre de familia, no dejaron indiferente a nadie. Según aseguró, el asesinato de su hijo fue un crimen pasional: “Me amaba ciegamente, era un amor enfermizo”, declaró apenas días después de la detención y confesión de su mujer. Durante el juicio reconoció haberla agredido físicamente en una ocasión y mandarle hasta 19 mensajes de amenazas en los 9 días anteriores al crimen: “como me toques los cojones más, te meto en un sanatorio”, le llegó a enviar a su móvil.

José Carlos Ruiz, única superviviente del doble crimen de Santomera, en el juicio a su madre

José Carlos Ruiz, única superviviente del doble crimen de Santomera, en el juicio a su madre / EFE

El argumento de la defensa de Paquita González se basaba, fundamentalmente, en que no recordaba haber matado a los niños. “Serían sobre las seis cuando desperté y vi a mis hijos muertos. Ya había visto que en la casa no había entrado nadie y pensé 'Paqui, has sido tú', ya que mi marido estaba en Francia y no había nadie más en la casa, salvo mi hijo José Carlos”, reconocería la autora del crimen. “No recordaba haberlos matado y estuve pensando qué hacer. Pensé en simular un robo y escondí las joyas debajo de un cojín del sofá del comedor”. José revelaría posteriormente en el juicio que recibió un mensaje a las 1:30 de la madrugada de su mujer que decía: “Ahora toca baile”.

Por su parte, José Carlos, que en el momento del crimen tenía 14 años y se encontraba en su cuarto, confesó haber escuchado sonidos extraños desde la habitación de sus hermanos. “Escuché a uno de mis hermanos decir que no podía respirar, y mi madre le dijo que no pasaba nada, que se pusiera boca abajo”, aseguraba, pero admitió que no se acercó porque no pensaba que “estuviera ocurriendo algo así”. Además, volvió a oír a su madre decir “le soltara el pelo y que se diera la vuelta de una vez”. Por la mañana, Paquita despertó a su hijo para decirle que sus hermanos estaban durmiendo y que fuera a comprarle tabaco. Según su madre, intentó reanimarlos haciéndoles el “boca a boca”.

Síndrome de Medea

El juicio arrancó en el mes de octubre de 2003, un año y 9 meses después del crimen. Al llegar a la Audiencia Provincial de Murcia, Paquita fue recibida entre gritos de “¡Asesina!” Pero ella no se veía así, tanto ella como su abogado mantenían que se encontraba en un momento de enajenación provocado por los maltratos de su marido. No lo vieron así los psiquiatras que la examinaron. Según los informes, Paquita González sufría del Síndrome de Medea, es decir, mató a sus hijos como venganza hacia su padre. El jurado determinó, por tanto, que “no hay razones de justicia y equidad para proponer el indulto” a la sospechosa, por lo que fue declarada culpable del doble asesinado de Francisco y Adrián, de 4 y 6 años de edad, con el cable de un cargador del móvil.

Su marido, José, llegó a asegurar que esperaba que su mujer estuviera “al menos 40 años en la cárcel” y, como si de un presagio se tratase, el juez impuso a Francisca González dos condenas a 20 años de prisión por el asesinato de cada uno de sus hijos.

Francisca González, antes de la vista en los juzgados de Murcia

Francisca González, antes de la vista en los juzgados de Murcia / EFE

Paquita González en la cárcel y su salida

Según asegura a COPE su abogado en la actualidad, Melecio Castaño, el comportamiento de Paquita González en los últimos 18 años en prisión ha sido “modélico”. “Ha trabajado en muchos cursos, ayudando a los internos, a sus compañeros, en diferentes destinos... Y todo ello lo ha hecho de plena satisfacción”, declaraba el letrado que especifica que la parricida salió por primera vez de prisión en 2016 al serle concedido el tercer grado. Según especifica, todavía el quedan 6 años hasta el máximo de estancia en prisión de 25 años. Entonces, Paquita González estará en absoluta libertad.

“De haberlo llevado (el caso) desde el primer momento conocería el trasfondo, la situación, hubiera estado viviendo esos momentos tan duros con ella. Pero con la perspectiva te lo puedo comentar como un caso más. Fue uno de los primeros casos así que salieron a la luz, y conmovió a todo el país. ¿A quién no le conmueve un hecho de esta índole?”, comenta el abogado, que no fue el encargado de la causa en 2002, sino Cándido Herrero.

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Algunos medios locales apuntan a que la parricida mantiene con su hijo mayor, José Carlos, una relación cordial y que podría haber conocido por primera vez a su nieto. Otros, no obstante, señalan lo contrario: que la relación entre ambos no puede ser más frío. Su letrado mantiene que no puede aclararnos ese detalle y que, en cualquier caso, corresponde al “círculo íntimo” de Paquita.

Al ser preguntado si había escuchado alguna vez una palabra de arrepentimiento en boca de Paquita González, Melecio Castaño aclara que no le hace falta oírlo para saberlo: “No, pero se le nota. Jamás le he hecho esa pregunta porque es obvio. Ella tiene un poso de tristeza. En su mirada o su forma de comportarse. No es una persona feliz, no es una persona que tenga momentos de alegría, sino que la veo marcada por aquello. Cómo no va a sufrir como madre, Paquita no es un monstruo”.

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