Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), pasamos una media de 11 horas frente a una pantalla, ya sea por trabajo o por ocio. Y eso tiene consecuencias para nada buenas.

Los humanos podemos ver objetos gracias a que la luz rebota en estos con una longitud de onda que va desde los 380 a los 700 nanómetros. La luz azul vibra a una longitud de onda más baja: 400 a 500 nanómetros, lo que la convierte en la más baja, pero con más energía. Para muchas personas el problema reside en que pasamos muchas horas frente a la pantalla, llegándonos de esta forma luz azul incluso después de que se ponga el sol. Porque, curiosamente, pasear al sol nos expone también a una cantidad de luz azul mucho mayor que la de cualquier pantalla.

Estar expuesto a la luz del sol nos ayuda mantener nuestro ritmo circadiano saludable, que regula el sueño y el estado de alerta. Pero, al igual que en todo lo referente con la salud, en el equilibrio está la virtud. Por lo que, si el hecho de que si poca luz influye de forma negativa, mucha tiene un efecto nocivo.

El último estudio sobre la luz azul, que ha sido publicado por Frontiers in Aging, concluye que las funciones básicas celulares podrían verse afectadas por la luz azul emitida por las pantallas. La líder del estudio y profesora de la Universidad Estatal de Oregon, Jadwiga Giebultowicz, afirma que "la exposición excesiva a la luz azul de los dispositivos cotidianos, como televisores, ordenadores portátiles y teléfonos, puede tener efectos perjudiciales en una amplia gama de células de nuestro cuerpo, desde la piel y las células grasas hasta las neuronas sensoriales".

Para llegar a esta conclusión, el equipo de investigación comparó los niveles de metabolitos en las moscas expuestas a la luz azul durante dos semanas con otras moscas que se mantuvieron en completa oscuridad. Los resultados indicaban diferencias significativas en los niveles de metabolitos de estos animales. Además, los niveles de glutamato (moléculas que son responsables de la comunicación entre neuronas) se redujo estas moscas.

Estos cambios sugieren que las células de las moscas están operando por debajo del nivel óptimo, pudiendo acelerar el envejecimiento y provocar la muerte prematura. Sin embargo, hay que señalar ciertos aspectos que hacen que sus conclusiones sean difícilmente extrapolables a los humanos. El primero es que solo se han analizado insectos. El segundo es que el estudio sometió a las moscas a la luz azul durante la mitad de su vida. Por lo que esto pasaría si nos sometemos a la luz azul de forma constante, es decir, durante 35 años seguidos, si la esperanza de vida fuera de 70 años. El tercer punto es que la luz azul utilizada fue una luz más potente que la de los ordenadores y dispositivos electrónicos de uso diario.