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Virus amigos para combatir bacterias resistentes a antibióticos

Hablamos de los bacteriófagos o fagos a los que se les considera virus “buenos”

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Carmen Labayen
@carmenlabayen

Jefa de Sociedad, Nuevas Tecnologías y Casa Real en COPE

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 13:39

Es oír la palabra virus y ya nos recorre un escalofrío, inmersos como estamos en la pandemia generada por el SARS-CoV-2, pero lo cierto es que entre los 5.000 virus descritos por la comunidad científica no todos son devastadores para el ser humano e incluso los hay que pueden ser buenos para nuestra salud. Hablamos de virus capaces de eliminar las bacterias que se hacen resistentes a los antibióticos y nos dejan inermes ante las infecciones porque ningún tratamiento hace ya efecto.

Es un problema sanitario de primera magnitud si tenemos en cuenta que esas cepas resistentes causan 700.0000 muertes al año en todo el mundo, 33.000 en la Unión Europea y 3.000 en nuestro país y, por ello como ocurre con el COVID-19, científicos de todo el mundo tratan de buscar soluciones.

Una de las líneas de investigación se lleva a cabo en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y se centran precisamente en atacar a esas bacterias con virus para de esta forma combatir la infección y evitar así las altas tasas de mortalidad que se registran.

Los virus "buenos" que "matan bacterias patógenas"

Hablamos de los bacteriófagos o fagos y, según explica a COPE la investigadora Pilar García, se les considera virus “buenos” que se pueden emplear “para matar bacterias patógenas”.

Su ventaja frente a los antibióticos, señala García, es que esos virus son “muy específicos”. Así, explica, “cada bacteria tiene sus propios virus y solo se emplearías los que matan a las bacterias resistentes y no el resto de bacterias beneficiosas para nuestra salud que permanecerían intactas”.

En ello están trabajando y acaban de remitir toda la documentación a la Agencia Española del Medicamento para su aprobación como tratamiento que según esta investigadora permitirá hacer terapias personalizas. Se administraría de diversas formas en función del tipo de bacteria resistente y no habría riesgo de mutación del virus por los cortos plazos del tratamiento.

“No ese riesgo no lo hay, el virus se introduciría en el organismo para atacar a la bacteria y una vez que cumple con su función se inactivaría de inmediato” subraya Pilar García a la espera de la aprobación definitiva de este método que confía sea rápida “porque lo necesitamos”.

Otra posibilidad, en este caso, a cargo de la industria farmacéutica son los antibióticos de nueva generación, nuevos fármacos o combinaciones con varios de los ya existentes muy costosos de fabricar porque hasta el momento solo se autoriza su uso cuando no hay tratamiento alternativo y esto no resulta rentable.

Impulso a la investigación

Para que los laboratorios puedan fabricarlos y según explica a COPE, Emili Esteve, de Farmaindustria “hace falta un impulso para que se favorezca la investigación para que las cepas resistentes puedan ser tratadas porque la amenaza es muy grande a nivel global”.

Actualmente y en los próximos años, asegura, se trabaja en 45 antibióticos de los cuales 24 están orientados a combatir las resistencias antimicrobianas y otros seis que posiblemente también puedan ser eficaces.

Bajo el nombre AMR Action Fund, una veintena de compañías farmacéuticas han reunido mil millones de dólares para apoyar la investigación clínica de pequeñas y medianas compañías biotecnológicas y tratar de lograr con ello entre dos y cuatro antibióticos innovadores en la próxima década. Un pequeño empujón si tenemos en cuenta que cada antibiótico requiere para su desarrollo de una inversión media de 2.500 millones de euros y un plazo de entre 10 y 12 años.

Y todo para hacer frente a una crisis sanitaria que a diferencia de la COVID-19 es predecible y prevenible.

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