La tarde comenzó de lo más amable con una ovación a los tres toreros nada más romperse el paseíllo. Olivenza es plaza torerista y este sábado se rindió a un Antonio Ferrera que continúa en estado de gracia después de sus triunfos el pasado año y que llegaba después de arrasar en México.

Todo se desbordó nada más salir “Atajante”, un astado cantó su humillada forma de tomar los vuelos del capote de un inspirado Antonio Ferrera. Perdimos la cuenta de verónicas y delantales con los que se sacó al de Garcigrande a los medios. Después el toro tomó con fijeza una vara y lo quitó de forma inspirada Ferrera del caballo.  El Quite de Oro que fue prólogo de una faena del extremeño que tuvo varias partes. La primera más compacta en el toreo fundamental. Todo templado y al compás que marcaba el torero a base de la ligazón. Y una segunda más inspirada con el público ya pidiendo el perdón de la vida del toro. Nunca amagó el astado del hierro salmantino con rajarse y mantuvo hasta el final su clase y fijeza en la embestida. El palco no pudo resistir más la petición y acabó concediendo el indulto.

El quinto por cuajo era el padre del indultado. Éste de Garcigrande tuvo un buen pitón, el derecho; y uno casi imposible, el izquierdo. Y digo casi porque Ferrera, en estado de gracia, se jugó el físico para terminar consiguiendo una tanda limpia por este lado. En redondo hubo limpieza en el trazo, ligazón aunque se echó en falta algo más de ajuste. Lo que fue incuestionable fue el apoyo de sus paisanos, que llegaron a pedirle el doble trofeo tras finiquitar al toro de una estocada entrando al paso desde la larga distancia. La oreja obtenida finalmente fue premio justo.

Hasta dos vueltas de campana dio el primero de Garcigrande en el capote de Enrique Ponce. Un astado jibarizado, con una cabeza muy reducida para el corpachón que venía detrás. Pese a ese lastre, el toro quería coger con nobleza las telas del valenciano, que firmó una faena basada en la media altura y el temple. La puesta en escena, de diez. La emoción, bajaba la nota media. Unas poncinas finales levantaron una fuerte ovación. La estocada, entera, cayó desprendida y ralentizó la muerte del animal y con ello las ansias peticionarias del público. Ponce saludó una ovación.

En el cuarto, Ponce se marcó un ‘pepinliria’ en toda regla. No lo dudó y se fue hasta los terrenos de sol en busca del calor del tendido. Ahí firmó una faena de larguísimo metraje. Tan ligera como intrascendente. Hubo pasajes en los que el público desconectó del quehacer del de Chiva. Una estocada caída dio paso a una petición que no de lejos llegó a la mayoría necesaria. Pero el palco, ya puestos le obsequió con el regalo de la oreja que paseó.

El Juli vio como su primero se partía una mano durante el tercio de banderillas después de apuntar buen tranco y franqueza en sus viajes. Al sobrero, también de Garcigrande, le costaba un mundo terminar de salirse de la muleta de Julián. Toques firmes y seguros y una técnica sólida hicieron romper al toro mediado el trasteo. Faena más de aficionados que de gran público que no levantó clamores. La estocada, también marca de la casa. Más efectiva que ortodoxa pero letal.

Menos prestaciones tuvo el bruto sexto. Un animal sin clase y huidizo contra el que se estrellaron las ganas de El Juli.

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FICHA DEL FESTEJO 

Olivenza (Badajoz), sábado 7 de marzo de 2020. 2ª de Feria. Lleno.

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Cuatro toros de Garcigrande, el segundo como sobrero, y dos de Domingo Hernández (1º y 6º), de variadas hechuras. El más terciado, el segundo, “Atajante” de nombre, nº 134 y de 482 kilos, fue indultado por su comportamiento noble y enclasado. El resto, manejables en distinto grado a excepción del bruto sexto.

Enrique Ponce, saludos tras aviso y oreja tras aviso.

Antonio Ferrera, dos orejas y rabo simbólicos y oreja.

El Juli, silencio y silencio.