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SOS Desertificación: tres cuartas partes del territorio están en riesgo

Limitar el impacto del cambio climático en nuestro territorio requiere todo un arsenal de actuaciones en las que trabajan científicos y expertos en biodiversidad, entre otros

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Carmen Labayen
@carmenlabayen

Jefa de Sociedad, Nuevas Tecnologías y Casa Real en COPE

Madrid

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 23:53

España cuenta con un 74 por ciento de zonas secas y con más de 9 millones de hectáreas que se consideran de riesgo muy alto o alto de desertificación. Limitar el impacto del cambio climático en nuestro territorio requiere todo un arsenal de actuaciones en las que trabajan científicos, expertos en biodiversidad, ecosistemas y gestión forestal.

Es algo que aseguran debemos tomarnos en serio si tenemos en cuenta que, a pesar de ser el segundo país europeo en masa forestal, somos también de los países en los que más han impactado las variaciones climáticas y la sobreexplotación del agua y del suelo. La superficie en riesgo en España duplica la media mundial situada en el 37 por ciento.

Y es que en nuestro país ya hay suelos que son irrecuperables. De momento, ocupan el 1 por ciento del territorio español, 5.000 kilómetros cuadrados en situación degradación activa- con pérdida de funciones ecológicas, disminuyendo su vegetación y su productividad anual de año en año una vez descartadas las variaciones climáticas.

“Aunque un 1 por ciento parece poco, estos espacios se comportan como agujeros negros en el paisaje, tienen una capacidad de exportar un desorden muy grande. En la práctica son fábricas y tienen un impacto en una superficie 10 veces mayor llegando a afectar al 10 por ciento del territorio y este impacto es lo que debemos tratar de frenar” explica a COPE el investigador del CSIC Gabriel Barrio.

España concentra las únicas tierras áridas de la Unión Europea, están situadas en parte de Almería y de Murcia donde como en otros lugares de España y según nos cuenta Julio Barea, responsable de la campaña de aguas de Greenpeace, “el sobre uso de los suelos y la explotación de aguas subterráneas para la agricultura de regadío han ido en aumento y con ello el riesgo de desertificación”.

En España del riesgo de tender hacia superficies totalmente improductivas solo se salvan la franja Atlántica y el Cantábrico además de unas pocas islas húmedas en los Sistemas Central, Ibérico y en los Pirineos y en Sierra Nevada.

Las zonas áridas son el 0,5 por ciento de todo el territorio, casi el 60 por ciento es semi árido y el 17 por ciento sub húmedo seco. En estos tres tipos de territorio hay riesgo de desertificación, mayor a mayor sequedad del clima y mayor sobre explotación de recursos.

La situación, especialmente en la España en riesgo, es heterogénea: “aproximadamente el 20 por ciento del territorio está en un estado degradado con bajos niveles de productividad y de biomasa. La productividad es la cantidad de vegetación que se añade cada año y la biomasa, la cantidad de vegetación que hay. Un 30 por ciento es un terreno productivo de baja biomasa dedicado normalmente a la agricultura. Y tenemos también un 30 por ciento aproximadamente que tiene buena biomasa y productividad, son territorios y bosques que se abandonaron o que están en sitios alejados” explica Barrio.

Pero incluso en las zonas que van bien, en torno al 33 por ciento, que se está regenerando, hay riesgos.

“Que se recupere este suelo no quiere decir que allí estén surgiendo bosques, en algunos puntos sí, pero en la mayoría son cubiertas matorrales, que es biomasa que se está acumulando en el monte. Esto no puede dejarse al azar es preciso intervenir porque en esa acumulación está en parte el origen de los incendios de quinta y sexta generación que ya estamos teniendo en España” asegura Barrio en referencia al que arrasó en septiembre la localidad malagueña de Sierra Bermeja o al de este verano en Navalacruz en Ávila.

Soluciones diferenciadas y complejas

Para estas zonas que están en recuperación, pero alejadas y no cultivadas, es preciso subrayan los expertos consultados por COPE “limpiar los bosques, triturando y dejando la biomasa in situ pero no permitiendo que haya arbustos secos que se acumulen y que puedan incendiarse. También pueden hacerse actuaciones puntuales de restauración ecológica que puedan servir de bancos de semillas y de bancos de expansión de la vegetación”.

Este tipo de medidas no son válidas en cambio para las zonas más secas del país. En ellas y según Barrio “en general es criterio es que cuanto más árido es el lugar más lento es la regeneración ecológico y mejor es dejarlo estar y no tocarlos. A medida que aumenta la humedad crece la posibilidad de explotar esos terrenos”.

La excepción son las zonas áridas del Mediterráneo en las que si se debe intervenir “hay que cuidarlo casi como un jardín porque si no se actúa por si solas no se recuperan”, subraya.

Para Barea, lo que actualmente se está haciendo en España incluido el nuevo Programa Nacional contra la Desertificación que acaba de aprobar el Gobierno, el primero aprobado en 13 años, “es insuficiente porque tiene fuertes carencias, está bien que se haya presentado y ya era hora, pero no es lo que necesita nuestro país”.

A su juicio “cualquier solución pasar por adaptar los usos agrícolas a los recursos que tenemos y no tirar de nuestras reservas de futuro como actualmente está sucediendo con la sobreexplotación de acuíferos y en algunos casos peor aún su contaminación que los hace casi irrecuperables”.

Y es que según denuncia Barea “el proyecto del Ejecutivo no recoge una limitación de la extensión del regadío industrial, que es el 80 por ciento del agua que se consume en nuestro país, ni tampoco hay medidas contra el millón de pozos ilegales que hay en España. Solo de ellos y cada año se saca agua equivalente al consumo de 118 millones de personas”.

La agricultura y la ganadería intensivas están detrás de gran parte del fenómeno de la desertificación “son un gran negocio, pero acabarán cerrando o trasladándose a otros lugares cuando agoten los recursos naturales que explotan para aumentar al máximo la productividad, algo insoportable para la salud de esos suelos y para su futuro”.

“Parte de las consecuencias las vemos en el Mar Menor y nadie se atreve a tomar medidas porque hay muchas familias que viven de ello. Es a lo que vamos si no tomamos las medidas adecuadas de gestión del agua, de los usos de los suelos y de gestión forestal para frenar la desertificación que, a diferencia de la desertización, no es un proceso natural” zanja.

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