El 10.989 fue el número afortunado para unos cuantos españoles en la Lotería de Navidad celebrada este domingo. Los 125.000 euros con los que resultó premiado cada uno de los décimos de la serie se repartieron entre administraciones de Badajoz, Barcelona, Cáceres, Lleida, Lugo, Málaga, Vigo y Madrid. De esta última ciudad es Clara, una joven de 26 años que ya podrá presumir para siempre de haberse llevado el segundo premio del sorteo por excelencia de nuestro país.

La suerte no sólo le ha sonreído a ella: trabaja en una empresa de asesoría bancaria y muchos de sus compañeros también se llevaron el alegrón de sus vidas hace unas horas. “Estaba desayunando en una terraza y empezaron a llamarme. Al principio, pensaba que eran llamadas de trabajo. Cuando empecé a ver varias, cogí el teléfono. Estaban ya todos como locos: ‘Que nos ha tocado, que nos ha tocado’. Una ilusión tremenda”, cuenta Clara a COPE.

Su empresa “suele reservar siempre el mismo número”, y claro, quién iba a imaginar que tocaría en 2019. “No me lo creía. Miré bien el décimo, que fuera ese número. Pensaba que seguro que me estaba bailando algún número. Hoy seguimos todos sin creérnoslo”, asegura entre ilusionada y eufórica.

Era la única propietaria de su décimo, así que Clara disfrutará en solitario de una recompensa magistral. “Después de bastante lío por la mañana en varias entidades bancarias, ya he cobrado el premio. Quitando impuestos, se quedan 104.000 euros. Como colchón está muy bien”, confiesa.

¿En qué se gastará este dineral? Parte irá para “algún capricho rápido: viajes, invitar a comer a los amigos y familia…”. Lo demás se lo reservará “para la entrada de una casa”. “He perdido la cuenta de los pellizcos que me he dado: sigo sin ver que es real”, se sincera la madrileña.

La guinda para la buena racha de Clara con la Lotería de este año la pone el décimo de la delegación de su empresa en Barcelona, premiado con 100 euros. Más que consciente de que será la comidilla de su familia y amigos estas Navidades, tiene claro que no dejará de comprar los décimos de la oficina. Está visto que nunca se sabe cuándo y dónde puede tocar.

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