Las enfermedades cardiovasculares representan una de las principales causas de mortalidad a nivel mundial. En particular, el ictus o infarto cerebral se posiciona como uno de los más graves. Según la Sociedad Española de Neurología (SEN), 120.000 personas sufren un ictus en nuestro país por lo que la magnitud del problema es evidente: cada 6 minutos, una persona sufre un ictus. Además, la gravedad de la situación se refleja en las estadísticas de mortalidad, ya que el ictus se ha convertido en la principal causa de muerte entre las mujeres y la segunda entre los hombres.

Un ictus, también conocido como accidente cerebrovascular (ACV) o infarto cerebral, es una condición médica que ocurre cuando hay una interrupción del flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro. Esto puede suceder debido a la obstrucción de una arteria (ictus isquémico), que es la forma más común, o a la ruptura de un vaso sanguíneo en el cerebro (ictus hemorrágico).

Cuando el suministro de sangre al cerebro se ve comprometido, las células cerebrales no reciben el oxígeno y los nutrientes necesarios, lo que puede llevar a su daño o muerte.

Durante el año 2022, en España se registraron entre 120.000 y 130.000 casos de ictus, una cifra notablemente superior a la de años anteriores.

Causas

El ictus puede tener diversas causas, pero la mayoría se puede atribuir a la interrupción del flujo sanguíneo hacia el cerebro. Esto puede deberse a un coágulo que bloquea una arteria (ictus isquémico) o al sangrado en el cerebro debido a la ruptura de un vaso sanguíneo (ictus hemorrágico). Factores de riesgo como la hipertensión, la diabetes, el tabaquismo, la obesidad y la falta de actividad física aumentan significativamente las posibilidades de sufrir un ictus.

Síntomas

La posibilidad de experimentar un ictus podría manifestarse a través de síntomas notables, como la súbita pérdida de fuerza en la cara, un brazo o una pierna, así como en la mitad del cuerpo. También podrían incluir dificultades en el lenguaje, como la incapacidad para expresarse o articular palabras correctamente, pérdida de sensibilidad o sensación de hormigueo en la mitad del cuerpo, pérdida repentina de visión en un ojo, o un dolor de cabeza repentino que difiere de lo habitual, acompañado de alteración de la conciencia o intensa sensación de inestabilidad.

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Algunas pautas útiles para identificar estos signos podrían ser levantar ambos brazos, intentar levantar ambas piernas mientras se está sentado, sonreír o hacer preguntas para observar si la persona articula las palabras de manera adecuada. Estar alerta a estos indicadores puede ser crucial para reconocer y actuar rápidamente frente a un posible episodio de ictus.

Cada minuto cuenta

El tiempo es un factor crucial en el tratamiento del ictus. Cada minuto cuenta, y la rapidez con la que se reciba atención médica puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, así como entre la recuperación total y las secuelas permanentes. La pronta identificación y la acción rápida frente a un episodio de ictus son elementales en el curso de la enfermedad, ya que se ha comprobado que los pacientes que reciben tratamiento desde los primeros instantes logran una recuperación prácticamente completa o con mínimas secuelas. Además, cada intervalo de 15 minutos que se reduce en la primera intervención disminuye un 4% el riesgo de discapacidad y también un 4% la tasa de mortalidad.

Es imperativo dirigirse de inmediato a un hospital para que un neurólogo pueda evaluar si los síntomas corresponden a un ictus. La gravedad de este incidente influirá en la dificultad para revertir las secuelas, por lo que la prontitud en la atención médica resulta crucial.

Dada la alarmante frecuencia del ictus, la prevención se vuelve crucial. Estos son algunos de los pasos clave que pueden reducir significativamente el riesgo:

• Controlar la presión arterial: La hipertensión es un factor de riesgo importante para el ictus. Medir y controlar la presión arterial regularmente es esencial
• Gestión de la diabetes: Mantener niveles de azúcar en sangre estables es fundamental para prevenir complicaciones que podrían llevar a un ictus
• Hábitos de vida saludables: Adoptar un estilo de vida activo, mantener un peso saludable y evitar el tabaco y el exceso de alcohol son medidas efectivas para reducir el riesgo de ictus
• Concientización y educación: Informarse sobre los signos y síntomas del ictus, así como actuar rápidamente ante ellos, puede marcar la diferencia en las posibles secuelas finales
• Chequeos médicos regulares: Las revisiones médicas periódicas permiten identificar y abordar factores de riesgo antes de que se conviertan en problemas graves