La espera ha merecido la pena. Como siempre. Se acerca el momento. Carmela lleva siete años de espera. Y por fin ha llegado. El pañuelo lleva guardado todo este tiempo en un cajón de su cómoda. Y ahora lo saca cuidadosamente. La Virgen del Rocío regresa a su pueblo. Almonte espera a su Patrona.

Así vive Carmela el traslado cada siete años. Y así nos lo cuenta esta abuela almonteña en su casa, a solo unos kilómetros de la ermita del Rocío.

Aquellos traslados antiguos

El traslado ocurre cada siete años. Así lo manda la tradición. Muy atrás quedaron aquellos traslados continuados para que la Virgen cuidara de su pueblo.

Incluso hubo años que la Virgen procesión hasta tres veces a Almonte. Aunque también hubo periodos en los que estuvo más de una década sin visitar su pueblo.

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En 1949, con motivo de la bendición de la parroquia de Almonte, se fija la fecha: la Virgen es trasladada a su pueblo cada siete años. La Virgen, envuelta en una sábana, atraviesa el camino de Los Llanos y llega a Almonte.

Y es en esos traslados que tienen un punto de mágico donde las abuelas almonteñas portan los enseres de la Blanca Paloma. Enseres que llevará puestos durante los meses que permanezca en Almonte antes de regresar a su ermita para la romería.

Y desde hace años, Carmela es una de estas abuelas almonteñas. Como cada siete años, se pone su pañuelo al cuello, se cuelga la medalla y lleva los enseres de la Virgen del Rocío hasta el pueblo de Almonte. Y entonces, durante unos meses, la Reina de las Marismas, permanece en el templo Nuestra Señora de la Asunción. De su pueblo.

Carmela cuenta los días. Como hizo su abuela. Como hacen las abuelas almonteñas. Carmela Iglesias porta la ráfaga derecha de la Virgen del Rocío. Como hizo su abuela. Como harán sus hijas y sus nietas.

Su primera vez

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Y mientras nos lo cuenta, recuerda aquellos caminos antaño. Aquellos caminos en los que daba igual el calor y el frío. Aquellos años en los que no importaba si llovía a raudales. Aunque el agua les llegara a la rodilla.

Contando los días para arreglar los arcos. Contando los días para que la Patrona de Almonte regrese de nuevo a su pueblo. Mientras llega ese momento, Carmela va llenando sus días de recuerdos. De aquellos recuerdos de niña.

Le preguntamos cuándo fue la primera vez que fue a la ermita. Pero no se acuerda. Y no porque tenga mala memoria. Es que la primera vez que fue al Rocío porque tenía solo cuarenta días. Le han contado que fue con su abuela y la dejaron durmiendo en el cuarto de los Milagros que había en la ermita.

Y cuando tuvo uso de razón, le pidió a su abuela que la llevara al traslado. Pero era demasiado pequeña, y su abuela prefirió que esperara a ser algo mayor.

Pero Carmela quería verla, así que nos cuenta a COPE Andalucía que se escapó y corrió detrás de la Virgen. En el primer pinar se quedó dormida, pasó la Virgen y no la vio.

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Aquel día fue el principio de algo. Jamás ha dejado de visitarla. De rezarle. En su ermita o en la Iglesia de la Asunción de Almonte.A sus 85 años, sigue llevando los enseres de la Virgen. Aunque sus hijas la ayudan a ratos, porque pesan mucho. Pero eso no importa. Porque a Carmela le sobran las fuerzas.

Se emociona cuando habla de Ella y de la fe que sienten por la Blanca Paloma en todo el mundo. Tanto, que nos hace emocionarnos a los que la escuchamos.

No sabe los años que le quedarán. Pero sí sabe cuántos días faltan para el próximo traslado. Carmela cuenta las horas para ese momento. Y le pide a su Virgen que le dé fuerzas para portar la ráfaga derecha. Como hacía su abuela. Esa abuela almonteña que le dejó su mejor legado. El mismo que ella dejará un día a sus hijas y a sus nietos: la devoción por la Reina de las Marismas. No hay mayor riqueza.

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