La Catedral de La Laguna cuenta desde hace unos días con una imagen del Santo Hermano Pedro, bendecida por el obispo nivariense el pasado viernes, 25 de noviembre. Su ubicación en el templo será en la capilla de la Virgen de Candelaria, donde se ejemplifica la religiosidad popular del pueblo canario, junto a la imagen de la patrona del archipiélago, la de San José de Anchieta y el cuadro de los beatos mártires de Tazacorte.

Se trata de una escultura del primer santo canario financiada en su totalidad por la Asociación Amigos de la Catedral, con un coste de algo más de 18.000 euros, incluido el embalake y el transporte. Para lograr la financiación de la imagen se sacaron adelante diversas iniciativas. Tal y como explicó su presidenta, Pilar Rupérez, se empezó vendiendo lotería. También ha habido donaciones y aportaciones de los propios amigos de la Catedral, que son más de cien miembros: “Todo ello ha posibilitado que al fin la Catedral cuente con una imagen del primer santo canario”.

El autor de la talla, Antonio José Martínez, ha explicado que se trata de la segunda escultura del Hermano Pedro que realiza para la Diócesis de Tenerife, después de la que se encuentra en la parroquia de Nuestra Señora de las Nieves de La Zamora, Los Realejos. “La anterior imagen era más pequeña y más estática, pero la recuerdo con mucho cariño, sobre todo, por lo que había leído y visto de él. Me pareció un santo muy entrañable”, indicó Martínez.

Este artista, natural de Jaén pero afincado en Madrid, añadió que para esta ocasión quiso realizar algo totalmente distinto, haciendo mucho hincapié en el movimiento. En este sentido, la imagen de 1,70 metros de altura, recrea la visión más popular del santo en la que aparece tocando la campana y pidiendo limosna.

Se presenta caminando apoyándose en su bastón y este paso largo da pie a todo el movimiento de paños que se ha hecho y en el que reside parte del atractivo de la escultura. Todo ello es fruto de un estudio laborioso y complejo para el que se usó un maniquí real con el que se ganó en naturalidad en la construcción de los ropajes. Por otro lado, dada la profundidad de algunos paños, el tallado fue complejo, llegando a tener que dividir la escultura en varias partes para terminarlas por separado y ensamblarlas al final.

Según añadió Martínez, lo que se ha pretendido es que, al contemplar la imagen, veamos que el santo camina, pero también que dirige su mirada hacia nosotros: “Es como si se hiciese vivo para el espectador, predicando con su mirada la caridad evangélica. Además, su cabeza es una idealización que refleja más la belleza de su alma que la realidad física de un retrato”.