Barcelona suma más perros que niños menores de 12 años y en el parque de la Estació Nord han notado esta nueva realidad. Los vecinos solían disfrutar del espacio sin preocuparse por donde pisaban. Por ello, ante la creciente presencia de canidos sueltos, el Ayuntamiento de Barcelona inició una carrera de multas contra los dueños que llevasen a sus animales sin correa. Más de 300 euros de multa disuadieron a la mayoría, que han tenido que recurrir al nuevo pipican de 1,2 millones de euros de suelo hormigonado y hierros oxidados.

Ese espacio no tiene papeleras para tirar los excrementos, las fuentes de agua están oxidadas y no funcionan, el suelo es de hormigón y está cubierto por arena y la valla es tan baja que los mismos perros pueden saltar fácilmente y escaparse. Los propietarios reclaman un espacio digno. “Además, es peligroso. El primer día de apertura un par de galgos se cayeron en uno de los obstáculos de hormigón. Uno se partió la mandíbula y el otro se fracturó una costilla”, detalla José, un vecino y propietario de perro. “Si venimos a este pipican acabaremos en veterinarios”, añade.

“Dijeron que iba a ser el espacio más grande de Barcelona dedicado a perros. Y luego te encuentras esa broma”, dice Fernes, otra vecina que pasea con sus nietos. “Entiendo que vengan al parque hasta que no tengan un espacio adecuado”, dice. Teresa viene a pasear cada día al parque de la pirámide. Explica que hace un mes la situación era mucho peor. “Más de 30 perros correteando y haciendo sus necesidades por todos lados”, señala la mujer. Teresa asegura que el cambio se ha hecho notar. “Ahora no hay tantos perros. Hay que entender que el parque también es para las personas”, sostiene Teresa.

Colau en el punto de mira

“¿Pero a quien se le ocurre tomar esa decisión?”, cuestiona Santiago, otro propietario de perro. Él lleva al suyo con correa por el parque, porque el pipican es demasiado peligroso. “Pillan de todo, nos pasamos media vida en el veterinario porque cogen conjuntivitis o les pican bichos. Es insalubre”, lamenta Alba, ella sí usa el pipican. Está sentada en uno de los pocos bancos que hay disponibles, su perro no se aleja de ella. “Está deseando salir y tumbarse en la hierba”, explica. “Pero es esto o una multa, no sé qué es peor”, concluye.

El Ayuntamiento de Barcelonaha intentado apagar el fuego con gasolina, así lo creen tanto vecinos como propietarios de perros. La conciliación, recuérdame, pasa por una correcta actuación municipal en la que se escuche a ambos bandos.