El turismo está notando los efectos de la pandemia. Las cifras indican un retroceso de la afluencia a los destinos masificados, sobre todo los de playa, y también una bajada importante del turismo extranjero y procedente de comunidades más lejanas. La gente se mueve, pero menos, y buscando lugares relativamente cercanos en los que disfrutar de la naturaleza y de cierta tranquilidad. Y eso también se está percibiendo en San Sadurniño, donde los principales espacios naturales y elementos del patrimonio registran en estos días un ajetreo despacio pero constante de personas que se acercan al municipio búsqueda de eso que se dio en llamar "turismo slow".

De esa tendencia que propone disfrutar despacio de las pequeñas cosas que ofrece el paisaje no escapa ningún punto del territorio de nuestro ayuntamiento. Casi todos los días es fácil encontrare visitantes en cualquiera de las áreas recreativas, sea por la mañana o por la tarde: la de Santa Marina del Monte, la de Lamas, la de Bardaos, en el molino de Tembrás (Ferreira), el Pozo de Lamas ( Igrexafeita), las áreas de descanso cerca de la AG-64...

El perfil turístico que se está viendo mayoritariamente durante este verano podría dividirse en tres grupos: familia, parejas con edades entre los 25 y los 35 años y pequeñas pandillas de jóvenes con cierta autonomía para desplazarse que recalan en San Sadurniño procedentes de villas y ciudades como Narón, Ferrol o A Coruña. El público familiar o de mayor edad tiene querencia por el paseo fluvial, debido quizás a la cercanía de bares y restaurantes que permiten combinar buena mesa y buena sobremesa con una andadura por la sombra muy levadeira y dejando a la cativería a su aire. Sin embargo, el rey indiscutible del turismo estival en San Sadurniño está siendo el castillo de Naraío y el entorno del Castro. La fortaleza medieval reabrió al público menos de un mes antes de la declaración del Estado de Alarma. En esos momentos se mejoró la accesibilidad al recinto y se le instaló una estructura que permite subir a la tore.