El 23 de octubre de 1980 una explosión de gas propano mató a 50 niños y 3 adultos en el colegio público de Ortuella, municipio de Vizcaya próximo a Bilbao. El recuerdo se entrelaza hoy, de manera especial con la grave explosión que deja ya un balance de cuatro fallecidos en Madrid.

Se han cumplido 40 años de aquella explosión de gas, en la que fallecieron medio centenar de niños de 5 y 6 años y tres adultos, dos profesores y la cocinera. Es una de las tragedias más estremecedoras que han ocurrido en España, no sólo por el elevado número de víctimas sino también porque los fallecidos fueron menores y el dolor deja un recuerdo que no termina de desaparecer nunca.

Dicen que en la pequeña localidad de Ortuella ese vacío se ha notado siempre, no desaparece. Niños y niñas que perdieron la vida, sus familias, los supervivientes, todo el municipio hizo un esfuerzo titánico por salir adelante.

Aquel 23 de octubre de 1980, poco antes del mediodía, cuando los 900 alumnos del colegio Marcelino Ugalde de Ortuella volvían a clase después del recreo, una enorme explosión, que se escuchó hasta en 6 kilómetros alrededor, sacudió por completo el colegio.

El suelo de dos aulas de la planta baja se derrumbó y 128 alumnos quedaron atrapados. Murieron entonces 50 niños de entre 5 y 7 años y los 3 adultos. El suceso conmocionó al país y ha dejado una huella de dolor imborrable. La localidad contaba entonces con unos 8.000 habitantes, con familias trabajadoras y humildes y muchas que habían trabajado en la mina.

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Aún muchas personas recuerdan que aquel día, al principio, se dijo que fue un atentado de ETA, aunque luego se descartó. La parte más afectada por la explosión del gas propano fue donde estaban situadas las aulas de 1º de EGB, las de los más pequeños de la escuela. Se vieron gravísimamente afectadas especialmente tres aulas, la del profesor Emilio y las de sus compañeros Goyo y Conchi, que fallecieron ambos junto a la mayoría de sus alumnos.

En otros puntos del colegio, menos afectados, los maestros intentaban guiabar a los alumnos hacia la calle como podían y algunos lograron saltar por las ventanas por temor a nuevas explosiones.

Nadie olvida, a pesar de los años, y todos recuerdan el momento donde tantas vidas se vieron cortadas de manera tan temprana e inesperada.

Hay quienes no pudieron llorar en aquel momento y lo hacen hoy, cuando son padres de niños de esas edades. Cada año, un ramo de rosas blancas recuerda a todas las víctimas.