La adolescencia es un momento complejo, que se cura con la edad. Es un periodo en la vida en la que todos parecen obstáculos para esos niños que dejan de serlo, y que además cada vez lo hacen antes. Una de las problemáticas más recurrentes es la relación con la comida, que se vuelve a veces un imposible y que no afecta solo a la parte estética, sino que va más allá.

Muchos padres pueden observar que a determinadas edades los adolescentes empiezan a no gustarse, a querer bajar de peso, a querer hacer dieta. Hasta ahí puede ser algo transitorio, pero hay que poner el foco. Javier De Haro, educador y psicólogo, explica la trascendencia en algunos casos. "Se fijan en modelos de redes sociales que les hacen exigirse demasiado. Empiezan a mentir con la comida y hay cambios de forma de ser, e incluso no quieren salir a comer".

El ideal irreal

Lo peor es que empiezan a obsesionarse hasta el punto de no distinguir la realidad. Hay chicos con muy poco peso que realmente llegan a verse muy gordos. En un primer estado es clave que la familia indague en los motivos de ese cambio, de no tener una sana relación con la alimentación e incluso si es algo natural, ayudarles a poder seguir una dieta o una correcta actividad física. Sin embargo, hay momentos en los que se requiere la ayuda de un profesional.

De Haro reconoce que los jóvenes empiezan a polarizar sus opiniones. "El síndrome de la Bella o la Bestia. Todo lo ven blanco o negro. O es guapo, o es feo. El ideal irreal también influye porque buscan como referencia algo inalcanzable. Por eso es tan importante que estas distorsiones se trabajen con un profesional".

El ambiente familiar es muy importante. A los adolescentes hay que acompañarles. "No debemos criticarles por su peso, porque ambientes excesivamente rígidos pueden llevar a los problemas alimenticios". El ejemplo que se les da en la relación con la comida es fundamental para que ellos disfruten de esos alimentos que hay sobre la mesa.

En la consulta ve la desproporción de cómo están y cómo se ven. Como educador apuesta por enseñar a los niños a aceptarse, a tener expectativas reales, a que se sientan orgullosos de quienes son y a que sepan que todos los cuerpos tienen su belleza y su encanto.