La Iglesia en Papúa-Nueva Guinea lucha denodadamente contra este fenómeno, que ya creíamos erradicado y que, todo lo contrario, experimenta incluso un auge: en el último año ha causado doce víctimas, mujeres torturadas y asesinadas por ser, supuestamente, “brujas”. En primera línea de esta lucha se encuentra la hermana Lorena Jenal, una franciscana suiza que lleva treinta años como misionera en aquel país.

Las hermanas organizan casas seguras para albergar a las mujeres que huyen de la intimidación y de las palizas a causa de las supersticiones vinculadas a la brujería. En estas casas reciben atención médica, acogida y protección. La hermana Jenal, con el apoyo de toda la Iglesia en Papúa, intenta identificar las causas de esta brutal oleada de esta “caza de brujas”, y desarrolla una gran labor de educación mientras se enfrenta a los verdugos ante la inacción de las autoridades estatales.

En 2013, el Parlamento abolió la ley sobre brujería que databa de 1971, tras varios asesinatos de mujeres acusadas de ser brujas. Aquella ley dividía la brujería en “buena” y “mala”, y consideraba como circunstancia atenuante en los casos de asesinato, que la persona asesinada fuera sospechosa de ser bruja. Esta misionera considera que sólo se podrá acabar con esta lacra si las instituciones, los políticos, la policía y las escuelas se unen.

Mientras tanto trabaja incansablemente asumiendo riesgos para su propia seguridad personal cuando actúa sobre el terreno, porque muchas personas corren peligro. Según el misionero verbita Franco Zocca, que ha pasado años en Papúa, en la lucha contra las prácticas de la brujería y las supersticiones que despierta, la contribución de la Iglesia es crucial. La fe en el poder de Jesucristo, subraya este misionero, es el antídoto más poderoso para contrarrestar estas creencias, pero destaca que también es necesaria una respuesta de Estado.