Acostumbrada a ver sueños que comienzan y otros que mueren, esta religiosa de los Misioneros de Jesús coordina desde 2014 el Centro de Refugio Humanitario en la localidad tejana de McAllen, hasta donde son conducidas por las autoridades fronterizas las familias vulnerables con menores de 6 años a cargo.

Relata en Alfa y Omega la hermana Norma que la mayoría de estas familias proviene de países de Centroamérica y le cuentan cómo huyen de la violencia y de las dificultades y también del terror, temerosas de que sus hijos puedan ser reclutados por el crimen organizado. Y aunque el gobierno les concede en estos momentos un permiso de residencia de 60 días para tramitar las solicitudes de asilo, el proceso es muy lento y farragoso en medio de la desinformación. Son muchos los que piensan que con haber puesto los pies en Estados Unidos todo está solucionado, pero es solo el comienzo de la batalla para conseguir el visado.

Cuenta también esta religiosa como estos inmigrantes llegan con hambre y sed, tras sufrir robos y secuestros en su recorrido a pie de cientos de kilómetros al Centro de Acogida de Río Grande que cada día intenta se convierta en un remanso de paz. Un centro con capacidad para 1.200 personas aunque son más de 2.000 las que pasan por él cada día. Allí pueden comer algo, ponerse en contacto con sus familiares y recuperarse antes de reemprender el camino.

El Centro está desbordado por la continua llegada de inmigrantes y la hermana Norma sueña con abrir otro más para facilitar su acogida. Por eso agradece especialmente reconocimientos públicos como los que ha recibido de la revisa Time o del papa Francisco que considera son oportunidades para visibilizar el sufrimiento de estas personas.