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San Juan Pablo II y el legado las JMJ: un encuentro de jóvenes

Hace 35 años dio comienzo la aventura de las Jornadas Mundiales de la Juventud, una de las más bellas y proféticas iniciativas de San Juan Pablo II

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José Luis Restán
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Director Editorial COPE

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 23 ene 2019

El Papa Juan Pablo II decía a menudo que no había sido él, sino los propios jóvenes, quienes habían inventado esta forma de encuentro cuya convocatoria no pocos consideraron un disparate hace 35 años. En septiembre de 1979, a menos de un año de haber sido elegido, el papa Wojtyla visitó el Santuario de Loreto; para acoger al Papa, 2.000 peregrinaron desde Macerata a Loreto durante la noche. Al día siguiente estaban recitando el Rosario en la plaza de la basílica cuando llegó el Papa que los contempló asombrado, y confió al organizador de la peregrinación que la realidad de los jóvenes era la que más dominaba su corazón.

En 1984 se celebró el Año Santo de la Redención y Juan Pablo II quería citar a los jóvenes el Domingo de Ramos en la plaza de San Pedro. Era el embrión de las futuras Jornadas Mundiales de la Juventud, y el Papa pidió a sus colaboradores que se enteraran bien de cómo hacían en la peregrinación de Macerata a Loreto. Unos 300.000 jóvenes llegaron a Roma y participaron en varios momentos de oración y catequesis en las iglesias de la ciudad, para confluir después en la Plaza de San Pedro para encontrarse con el Papa. Se confirmó así la intuición de Juan Pablo II: que los jóvenes sentían con fuerza el deseo de reunirse para compartir sus experiencias, escuchar el anuncio de la fe y mirar juntos al futuro. De este modo en 1985 anunció la institución de la JMJ, que debía celebrarse cada año en las diócesis coincidiendo con el Domingo de Ramos. En seguida se produjo una decisión aún más audaz: la convocatoria de un encuentro mundial, cada dos años, cuya primera edición tuvo lugar en Buenos Aires en 1987.

Desde entonces, la JMJ se ha celebrado ya en cuatro continentes, de Czestokow a Denver, de Manila a París; de Tor Vergata, en Roma, donde se reunieron dos millones de “centinelas de la mañana” a Toronto, en la secularizada Canadá. Ya con Benedicto XVI la Jornada pasó de Colonia a Sydney, y a la inolvidable estación de Madrid. Francisco estrenó prácticamente su pontificado en Río de Janeiro; en Cracovia rindió homenaje al creador de esta iniciativa única y sustancial de la Iglesia contemporánea, y ahora se apresta a vivirla por vez primera en Centroamérica.

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