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¡Muy buenos días España! Las diez de la mañana, las nueve en Canarias y Pedro Sánchez sigue en silencio. Como una tumba. Ni mu. Su ministro ha insultado al Rey públicamente, por escrito, y el jefe de Gobierno no sale en defensa de la más alta representación de todos nosotros, del pueblo. Alberto Garzón escribió el viernes a las cinco de la tarde en tuitter que el Rey maniobraba contra el Gobierno y la democracia. Por llamar por teléfono a los jueces que entregaban despachos en Barcelona. Porque no pudo ir. Porque se vetó su presencia, que es la de todos nosotros, para contentar a los independentistas. Hace de eso más de 40 horas y ni una palabra de Pedro Sánchez. Hay que ver cómo corría el presidente a las ruedas de prensa de los sábados y los domingos durante el confinamiento. Hay que ver cómo irrumpe los fines de semana en los medios cuando le interesa. Pues nada. El Monarca, al pie de los caballos, tanto por parte del ministro de Consumo como por la del vicepresidente Pablo Iglesias, que argumentó lo mismo, y ni una palabra. Ayer, Pedro Sánchez se parapetó detrás de Carmen Calvo. Anda, sal tú, le dijo.

CARMEN CALVO

¿Pero cómo que se tranquilicen todos? ¿Es que esto es el patio del colegio, o el cuarto de juegos de los niños? Que nadie se confunda. Esto de Garzón e Iglesias con el Rey no es un calentón. Es una táctica calculada y anunciada públicamente de sustituir la Monarquía y romper el esquema constitucional. De horadar las instituciones para cambiar de régimen. Y no precisamente para aumentar las libertades. ¿Cómo que se tranquilicen todos? Si se insulta a Felipe VI se nos insulta a todos porque todos somos la Jefatura del estado, que nos representa por vía constitucional. Cuarenta horas en silencio. Ojo, que el que calla, otorga.

Hay una enfermedad terrible en las calles, las personas ven cómo mueren sus seres queridos y no pueden ni despedirse de ellos ¿y los ministros se dedican a insultar al Rey porque quieren agradar a los independentistas y conseguir de ellos que les voten los presupuestos? El dirigente de la oposición elevó ayer el tono ante la gravedad de los sucesos.

PABLO CASADO

Por si la batalla política no enfangase ya la situación nacional en plena pandemia, el ministro de Sanidad salió –eso sí- a continuar la batalla contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso

ILLA

Hay que leer entre líneas. El diario La Razón cuenta hoy que el Gobierno baraja aplicar una especie de 155 en Madrid para cerrar toda la ciudad, en lugar de hacer confinamientos parciales, como ha decidido Isabel Ayuso. Y El País, que tiene buenas fuentes gubernamentales, titula: “Sanidad ultima la forma de intervenir sanitariamente en Madrid”.

Isabel Díaz Ayuso ha respondido que aceptará cerrar todo Madrid si se aplica el mismo criterio en toda España, donde hay muchas zonas con el mimso nivel de infección, y si se hacen PCR en Barajas, AVE y Renfe a los viajeros que están entrando y saliendo libremente de la capital.

En defensa de Ayuso salía ayer el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida.

ALMEIDA

Tan fuerte es la batalla política que ayer ha dimitido el doctor Emilio Bouza, la autoridad científica a la que el ministro de Sanidad y el consejero de Sanidad habían pedido que hiciese de portavoz del grupo creado el lunes pasado para articular la colaboración sobre el covid del Gobierno y la Comunidad de Madrid. Bouza, una eminencia, fundador de la Sociedad Española de Microbiología Clínica y experto en enfermedades infecciosas se ha quedado literalmente anonadado por la rudeza de la guerra política. En el comunicado en el que presenta su dimisión, cuatro días después de ser elegido, dice “Las circunstancias que he presenciado en los dos días siguientes, junto con la contemplación de las ruedas de prensa simultáneas del viernes 25, me obligan a renunciar y a declinar el ofrecimiento”.

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Qué vergüenza. Porque este señor iba a trabajar por todos nosotros, por nuestro bien, en la lucha contra la pandemia. Qué vergüenza señores. Ayer, este programa habló con su mujer, que nos confesó que, tras dimitir, su marido se había quitado un enorme peso de encima y que dedicó ayer la tarde a hacer bricolaje con su nieto. No me extraña. Qué pena de país.