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Embajadores y cocineros: la familia que le coló una falsa langosta a Fraga y él nunca lo supo

Carmen y Gervasio Posadas, hijos de embajadores, presentan en Fin de Semana con Cristina su libro 'Hoy caviar, mañana sardinas', recopilación de vivencias y recetas

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Cristina López Schlichting
@crisschlichting

'Fin de Semana' COPE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 11:38

En la segunda mitad del siglo XX Latinoamérica miraba con lejanía a una Europa en plena reconstrucción después de ser el escenario de varias guerras. La vida allí era más fácil por aquel entonces, por eso no parecía lo más atractivo que un buen día tu padre llegase diciéndote que hicieses las maletas para mudarte a otro país donde seguía habiendo una dictadura.

Luis Posadas llegó a Madrid para convertirse en embajador uruguayo. A partir de ahí comienza la apasionante aventura de los Posadas, una familia muy poco frecuente. Durante sus primeros años en España, luego en Moscú y luego en Londres, la matriarca, Sara, tenía una especie de diario en el que escribía el relato de sus vidas. Sus hijos Carmen y Gervasio los recopilaron en un divertido libro que ahora reeditan con material inédito: 'Hoy caviar, mañana sardinas', libro que presentan en Fin de Semana con Cristina.

Tanto viaje hace que sea complicado establecerse definitivamente, por eso Carmen asegura que “llega un momento en que eres de todas partes, aunque es verdad que la mayor parte de nuestra vida hemos vivido en España pero como venimos de un país diminuto, no me gusta renunciar a mis raíces, por eso digo que soy uruguaya a pesar de que estoy muy agradecida a España y me considero española”. Gervasio, por su parte, reconoce no encajar “ni en el modelo español ni en el uruguayo ni en ningún lado, al final, cuando tienes una infancia en la que vas dando tumbo, haces una mezcla de carácter de todas partes que está muy bien porque hace que estés a gusto en cualquier sitio”. “No eres igual en un país que en otro, no te portas igual en España que en Uruguay, te adaptas”, añade Carmen.

El libro se centra mucho en la cocina y las recetas, todo un acierto sobre todo para entender un poco más las situaciones que se dan durante su historia, ¿cómo se les ocurrió? Gervasio cuenta que un día Carmen y él vieron que había un premio de literatura gastronómica: “Nos pareció un buen motivo para escribir algo que narrara la historia de nuestra infancia y adolescencia a través de los distintos puestos en los que habían estado mis padres y a través de la cocina, que además es la carta de presentación de los diplomáticos, cómo das de comer en tu casa y, de esa forma, te das a conocer y creas contactos. Nos parecía que vertebrar ese relato a través de la voz de nuestra madre hacía un retrato de toda esa época muy interesante”.

Carmen detalla que su madre “siempre decía que iba a escribir este libro, y además tenía un nombre para él, ‘Pozhaluysta’, que en ruso es ‘por favor’, y además es una palabra buenísima porque sirve para todo. Pero siempre que le preguntaban qué tal lo llevaba y siempre respondía que se estaba leyendo las memorias de alguien, así que jamás lo escribió. Por eso cuando por fin lo vio publicado por nosotros lo leyó y dijo ‘yo lo habría escrito mucho mejor’, típico de madre”.

Por la condición de diplomático de su padre, Luis Posadas, recibían la visita de gente importante, de hecho recuerdan cuál fue el personaje que más les sorprendió: “Nuestros padres invitaban mucho a Manuel Fraga, un gourmet bastante exigente. Mi madre le dio una falsa langosta y él se creyó que era una auténtica, y eso que era gallego de pura cepa”.

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Hay una anécdota especialmente divertida: llegar a un hotel de súper lujo como es y era en aquella época el Ritz y montar una cocinilla en una habitación, algo que cuenta Carmen: “Es una parte bochornosa de nuestra vida (risas) pero la contamos. Al llegar a España teníamos que buscar nueva residencia para la embajada así que estuvimos viviendo unos meses en ese hotel. En Uruguay vivíamos en una casa enorme con jardín y animales y éramos un poco salvajes”. Sigue entonces Gervasio: “Al final una persona sola no podía llevarlos sola al comedor del hotel porque era carísimo y muy poco práctico, así que decidió comprar un hornillo y hacer recenar en la habitación para los niños. Dejamos la habitación hecha un asco de tanto cocinar, tanto que hubo unos días en que nos tuvimos que ir y nos volvieron a meter en el cuarto con los mismos muebles manchados para amortizarlos”.

Mi madre hizo un striptease en el Buckingham Palace, tal cual”, termina Carmen, que cuenta: “Para presentar cartas los ingleses son muy ceremoniales y te explican todo cómo tienes que saludar a la Reina. Primero mi padre y luego mi madre. Una vez explicado se puso un traje monísimo con una falda como de gasa, una tela muy etérea, y de adorno una cadena de oro muy larga se enredó en la falda y se le levantó, así que mi madre vio a mi padre haciendo señas de forma frenética pero sin entender qué pasaba, le estaba tratando de decir que estaba medio en bolas, pero por fortuna en aquella época las señoras usaban combinación y no fue dramático, pero lo mejor de todo es lo que dijo la Reina, ‘no te preocupes, a mí me pasan cosas peores’”.


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