Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPE" en el resultado de las elecciones de Cataluña.

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El peronismo argentino y el secesionismo catalán son bastante parecidos. En su seno ideológico conviven burguesías de derechas y exóticos izquierdistas, y sus dirigentes no resisten la capacidad de ser corruptos y dictatoriales. Lo único que les separa es que los peronistas tuvieron un líder carismático, que estuvo en el poder largos años, mientras los secesionistas catalanes han tenido que inventarse un pasado glorioso que nunca existió, protagonizado por un variado número de zascandiles.

Tengo amigos argentinos y catalanes. Hablo con ellos, discutimos, peroramos, argumentamos, y lo que escucho suele ser atinado e inteligente. Llega la hora de votar, y votan siempre peronismo y nacionalismo. En Argentina, a un corrupto le sucede otro y, si no hay otro a mano, se echa mano de la esposa del anterior, que ya se sabe que los que duermen en el mismo colchón suelen ser de la misma condición. Unos y otros saben que tanto los Kichners como los Pujol, o sus sucesores, volverán a hacer lo que siempre hacen en cuanto alcanzan el poder. Más aún, en las últimas elecciones una de las candidatas está acusada de prevaricación, malversación de caudales públicos y falsedad documental. Eso que, en Alemania, en Francia o en Suecia, supondría no ser admitida en una lista electoral, en Cataluña le ha valido obtener un buen resultado.

Otro aspecto fundamental que comparten peronistas y secesionistas es el masoquismo. Encuentran un extraño placer en que las cosas salgan mal y les duela. Con el resultado de ayer, ni Caixa Bank, ni Banco Sabadell, ni los cientos de grandes empresas que huyeron volverán a pagar impuestos en Cataluña, ni aumentará la inversión extranjera. Lo que aumentará será el paro y la deuda externa, y lo que disminuirá será el poder adquisitivo. Como en el pueblo de mi tía Pascualina no han leído a Freud, dicen que sarna con gusto, no pica. Freud hablaba del masoquismo moral, y decía que se basaba en sufrir por algo a lo que valoramos más que nuestros placer inmediato. Pues enhorabuena. Volvemos a la casilla de salida, con la economía peor. El sufrimiento está asegurado. Los catalanes lo han vuelto a lograr. Eso sí, unos miles serán premiados con una nómina.