El profesor José María Gay de Liébana analiza en 'Herrera en COPE’ las claves económicas del día.

Como en tantas cosas, en el fútbol puede hablarse de un antes y un después de la pandemia. El fútbol se ha ido consolidado como una industria social de primer orden y el dinero que genera no únicamente ha de contemplarse desde la perspectiva exclusiva de los propios clubes de fútbol sino en el conjunto de operadores, agentes y negocios vinculados directa e indirectamente con el fenómeno futbolístico. Todo cambia. El romanticismo del fútbol de siempre, a la típica usanza europea, con la rivalidad que va por barrios y aficiones vinculadas sentimentalmente a unos colores va dejando paso a la omnipotente industria del fútbol, inspirada en el modelo estadounidense. Las ligas europeas son pasión en estado puro; la Champions, emoción a raudales; la Europa League, el teatro de sueños… Pero la vis pecuniaria abre una opción radical para grandes y tradicionales clubes de fútbol, que marcan el palmarés de la Europa futbolística. En la temporada 2018/19, la pre-pandemia, los 30 primeros clubes por ingresos facturaron 11.181 millones de euros. En la temporada de la pandemia, 2019/20, 9.793 millones.

Los clubes que ahora lanzan el proyecto de la Superliga europea han visto mermados sus ingresos y sus gastos son relevantes. Conscientes de que varios de ellos son protagonistas por excelencia del más apreciado fútbol europeo, buscan su propia competición para desarrollar sus potencialidades de crecimiento de la facturación por explotación de derechos televisivos y comerciales, además de mejorar las recaudaciones en sus estadios. E irrumpe el cisma con la FIFA, UEFA y Ligas nacionales. Veremos cómo acaba este partido, en el que está claro que el color del dinero envuelve el balón o tal vez prevalezca la genuina pasión futbolística, Don Carlos

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