¿VENGA, UN CLAVITO PARA SUSANA DÍAZ NO?

El primer clavo es para Susana Díaz, funambulista sin red de seguridad que pretende, a la vez, apoyar a “Pepe y Manolo” y desvincularse del escándalo de los ERES. Le pasa igual con Pedro, que está contra él y con él según peligre un sillón en Madrid o en Sevilla. Y a Pedro con ella, por cierto, a la que ahora protege porque es consciente de que le debe la secretaría general a ella y al PSOE andaluz.

Los andaluces deben saber varias cosas al respecto de la lideresa en cuestión: es hija política de la trama, renunció a recuperar el dinero saqueado por la trama, protegió lo que pudo a los cabecillas de la trama y, agárrense, llegó a esconder durante dos años a la mismísima Guardia Civil la documentación de la FAFFE, el chiringuito andaluz que gastaba dinero en burdeles: solo le ha faltado decir a la Sultana que lo hacían para sacar del paro a las prostitutas. Y no le faltarán compañeros del metal ni televisiones amigas para ayudar en el blanqueo.

EL SEGUNDO CLAVO DEL DÍA

El segundo Clavo es para el Gobierno que nos viene encima. Si nada cambia, Irene Montero será ministra de Igualdad y Yolanda Díaz o Alberto Garzón, de Trabajo. No hace falta ser médico para ser ministro de Sanidad, de acuerdo, pero para llevar la cartera de empleo sí conviene haber tenido uno al menos. Pues bien, los dos aspirantes a la cartera tienen lo mismo cotizado en la empresa privada que tú y yo Herrera que en el ballet Bolsoi. De Igualdad mejor no hablemos, pero suena faltal tener por ministra a alguien que prefiere que todos seamos iguales a que tengamos iguales oportunidades. Ojo al matiz.

Y EL TERCER CLAVO

Pues se lo damos a Ciudadanos, el pagafantas de naranja del 10N. La cadena de dimisiones y renuncias posteriores al fracaso electoral, seguramente inducido por los mismos que tanto auxilian al PSOE con los EREs, demuestra algo tan insólito en política como la dignidad: mientras tantos buscan una excusa para seguir con el sueldo público, casi toda la cúpula de Ciudadanos ha renunciado a todo. Rivera, Girauta, Páramo o Villegas se van, retratando a tantos otros que se quedan aferrados al cargo desde que llevaban pañales hasta que los vuelven a necesitar