Miro con verdadero horror los ocho meses de campaña electoral que nos quedan por delante. Codazos, empujones y zancadillas, al más puro estilo de la actual política española.

A pesar de la falsa euforia de los sanchistas de cabecera lo cierto es que los posibles candidatos del PSOE a comunidades y alcaldías no pueden controlar adecuadamente su canguelo. Bien es cierto que en las reuniones de la ejecutiva y el comité federal, con Sánchez delante poniendo cara de Nosferatu, no abren la boca para decir lo que piensan por miedo al mordisco en la yugular de quien ha vampirizado el partido.

Hay quien cree que Emiliano García-Page es la punta de lanza de la autocrítica, pero la realidad es que predica para su parroquia de Castilla-La Mancha para asegurarse una reelección que podría estar en el aire gracias a las políticas extremas de un Sánchez que hace ya tiempo que no disimula lo que le gusta apoyarse en Esquerra, cediendo lo que sea menester aunque sea a cambio de ponerse a media Cataluña en contra, y a cómplices de ETA que están en el camino de ver salir de las cárceles a los asesinos.

Hay zonas del País Vasco y Navarra donde bastante gente vive acobardada ante las bravuconadas de quienes ya no les matan, pero tampoco les dejan vivir en libertad plena. Feijóo sabe de la importancia de recuperar votos en ambos territorios. ¿Podrá conseguirlo utilizando la templanza frente a la crispación?

Ya va faltando menos para saberlo.