El Cardenal Arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, Carlos Osoro, ha pasado este viernes por los micrófonos de 'La Linterna de la Iglesia' para valorar la incidencia del coronavirus en el mundo religioso. “Me duele ser el pastor de una Iglesia y de una realidad como es Madrid, que está sufriendo tremendamente y viviendo momentos duros y difíciles. Es necesario afirmar la esperanza, porque Jesús nunca nos abandona”, ha reconocido en su entrevista con Faustino Catalina.

“Dios está, aunque a veces nos cuesta verlo. Nunca nos abandona, está de nuestra parte. Nos lo ha mostrado en Jesucristo, que dio la vida por nosotros. Hay que afirmar esta realidad en nuestra fe. Es necesario en momentos como los que vivimos, donde mucha gente está sufriendo”, confiesa también Osoro. “Cuánto dolor, pero al mismo tiempo cuánta esperanza”, confía, no obstante.

“El duelo hay que saberlo llorar. También es necesario saberlo decir”, considera el Cardenal Arzobispo madrileño. “Nadie es dueño de la vida, sólo Dios. Poner edades es, por supuesto, matar”, asevera, además.

La Semana Santa, Cáritas y la oportunidad que deja la pandemia

¿Cuál es la mejor forma, para Osoro, de vivir la Semana Santa que llega en los próximos días? “Que todos se conecten a través de los medios. Yo mismo voy a celebrar todos los oficios, aunque esté solo con los obispos auxiliares y poca más gente. Este año no vamos a tener ramos. Pero, ¿quiénes somos los ramos? Estoy invitando a que lo seamos cada uno de nosotros”, responde.

“Cáritas está haciendo algo extraordinario en todo el territorio. Es el trabajo real que existe en las parroquias, barrios... Es algo excepcional ver cómo el amor de Dios se manifiesta”, se enorgullece Osoro. En cuanto a su propia Archidiócesis, opina que, a pesar de que algunos de sus miembros han padecido o padecen el coronavirus, “la entrega de los sacerdotes” le ha hecho “abrazar con mucha más intensidad a quienes prolongan el Ministerio” en ella.

“Es una oportunidad para volver a quien da sentido a la vida y a la existencia. Personal y colectiva. Es un momento excepcional, donde Dios nos llama, nos sigue mostrando su cariño y nos dice que nunca nos ha abandonado ni nos abandonará. Al mismo tiempo, nos pide una respuesta en la que es fundamental que entreguemos su amor mismo a una sociedad que necesita, precisamente, de este amor y esta confianza en Dios”, sentencia.